Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.

martes, 12 de abril de 2022

Dos textos sobre EL ECLIPSE, de Michelangelo Antonioni


Dos reflexiones sirven como pretexto para recordar uno de los títulos clave en la filmografía de Michelangelo Antonioni, ahora que la primera exhibición pública de El eclipse (L'eclisse), que tuvo lugar en Milán el 12 de abril de 1962, cumple sesenta años.

A partir de esta efeméride, me remito a la novela Juventud -segunda de una trilogía formada también por Infancia y Verano-, del premio Nobel sudafricano J. M. (iniciales de John Maxwell) Coetzee:

«Se refugia de IBM en el cine. El Everyman de Hampstead le abre los ojos a películas de todo el mundo, realizadas por directores cuyos nombres le resultan nuevos. Va a ver todo el ciclo de Antonioni. En una película titulada El eclipse , una mujer deambula por las calles de una ciudad desierta, bañada por el sol. La mujer está inquieta, ansiosa. No acaba de estar claro lo que le causa ansiedad; su cara no revela nada.

La mujer es Monica Vitti. Con sus piernas perfectas, sus labios sensuales y su mirada abstraída, Monica Vitti le persigue; se enamora de ella. Sueña que, de entre todos los hombres del mundo, él es el elegido para darle consuelo y solaz. Llaman a la puerta. Monica Vitti está de pie frente a él, pidiendo silencio con un dedo en los labios. El da un paso adelante, la abraza. El tiempo se detiene; Monica Vitti y él son uno solo.


Pero ¿es el amante que Monica Vitti busca? ¿Calmará la ansiedad de Monica Vitti mejor que los hombres de las películas? No está seguro. Incluso si encontrara una habitación para los dos, un lugar secreto en algún barrio londinense tranquilo y dominado por la niebla, sospecha que ella seguiría escabulléndose de la cama a las tres de la madrugada para sentarse a la mesa iluminada por una única lámpara, perturbadora, presa de la ansiedad.

La ansiedad que sufren Monica Vitti y otros personajes de Antonioni es de un tipo que no le resulta familiar. De hecho, no se trata de ansiedad en absoluto, sino de algo más profundo: angustia. A él le gustaría probar la angustia, aunque solo sea para saber cómo es. Pero, por mucho que lo intente, no encuentra en su corazón nada reconocible como angustia. La angustia parece ser una cosa europea, totalmente europea; en Inglaterra todavía está por llegar, no digamos ya en las colonias de Inglaterra.


En un artículo del Observer se explica la angustia del cine europeo como una emanación de la incertidumbre derivada de la muerte de Dios. No le convence. No puede creer que lo que empuja a Monica Vitti hacia las calles de Palermo bajo la furiosa esfera solar, cuando lo mismo podría quedarse en la fresca habitación de un hotel y que un hombre le hiciera el amor, es la bomba de hidrógeno o el fracaso de Dios en su intento de hablar con ella. Cualquiera que sea la verdadera explicación, tiene que ser más compleja.»


Y esto es lo que, por su parte, escribe Susan Sontag en La conciencia uncida a la carne, segunda parte de sus memorias:

«El eclipse de Antonioni -su mejor película, una gran película. Toda (Margueritr) Duras está en ella-, pero mucho más grande, más rica. La escena de la bolsa es digna de Eisenstein. Entre Delon + Vitti, la segunda parte de la película: un huis clos ambulante, dehors (a puerta cerrada, a la intemperie). Delon (un actor en verdad profesional, lo opuesto a Belmondo, todo encanto) marca el ritmo -cómo se mueve, nunca deja de moverse. Un buen escucha: una presencia física afectuosa, alerta, inteligente- más importante que cualquier palabra.» 

 

Un par de textos sin duda importantes, que nos permiten abordar uno de los trabajos más logrados de Antonioni, indiscutible maestro del cine en el siglo XX.

Jules Etienne

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