Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.
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domingo, 12 de mayo de 2019

Entre BUSCO MI DESTINO (Easy Rider) y Clavillazo: ¡PURA VIDA!


En esta misma fecha, 12 de mayo, hace cincuenta años, la película Busco mi destino (Easy Rider) se exhibió durante el festival de Cannes y puso en boga una nueva forma de hacer cine, tal y como lo señalara Irwin Shaw en su novela Crepúsculo en Bizancio, cuando el protagonista se encuentra precisamente en Cannes: "Todos andan buscando a un joven con el cabello largo de quien nadie ha oído hablar para hacer otro Easy Rider por menos de cien mil. Es como si una plaga repentina hubiera caído del cielo".

En la secuencia inicial, los dos motociclistas (Dennis Hopper y Peter Fonda) llegan buscando a su contacto, un mexicano que les va a abastecer la cocaína prometida. Al probarla para cerrar el trato, éste exclama en español, con gran entusiasmo: "¡Pura vida!"
Dicha expresión la había popularizado años atrás el cómico Antonio Espino Clavillazo en el cine mexicano, al grado de que se filmó una película con ese título en 1956, dirigida por Gilberto Martínez Solares, quien era el realizador de cabecera de Tin Tan. Desde el principio mismo, cuando Clavillazo va a abordar el camión que lo llevara fuera del pueblo del que ha sido expulsado por el alcalde, le dice "es usted pura vida", más adelante la repetirá de nuevo a lo largo de la trama.

 
Este es, pues, un recuerdo del 12 de mayo de 1969, un par de meses antes de que el hombre llegara a la luna.

Jules Etienne

sábado, 18 de abril de 2015

ZONA CALIENTE (The Hot Spot): la propuesta visual de Ueli Steiger

 



 





Créditos finales:
 
1. Collage con fotogramas de la película; 2. Virginia Madsen; 3. Virginia Madsen; 4. Don Johnson y Virginia Madsen; 5. Jennifer Connelly y Don Johnson; 6. Collage de Jennifer Connelly; 7. Jennifer Connelly; 8. Jennifer Connelly y Debra Cole.


jueves, 16 de abril de 2015

El erotismo del triángulo pasional: ZONA CALIENTE (The Hot Spot, 1990)

 
En la década de los ochenta, el cine se topó con una veta -si bien no del todo novedosa-, para ser objeto de una estilizada evolución formal que sería aprovechada con buena fortuna: el llamado thriller erótico. Cuerpos ardientes (Body Heat), de Lawrence Kasdan y el remake de El cartero siempre llama dos veces (The Postman Always Rings Twice), de Bob Rafelson, ambas estrenadas en 1981, pusieron en marcha la fórmula que multiplicaría las películas con ese tipo de trama hasta culminar con el éxito rotundo de Bajos Instintos (1991).
 
Entre la abundancia de títulos, Zona caliente no logró capturar la atención del público de manera proporcional a la que sus cualidades ameritaban. Sin embargo, a primera vista es posible advertir que nos encontramos ante una cinta que posee todos los elementos esenciales de la novela negra y del cine que deriva de ella. Sería el penúltimo largometraje como director para Dennis Hopper.
 

La paternidad del tema se debe fundamentalmente a James M. Cain, quien en dos de sus novelas explora las posibilidades del triángulo pasional llevado al extremo de planear la muerte del marido engañado. La primera de ellas, Pacto de sangre (Double Indemnity), que sería adaptada al cine en 1944; y la segunda, la ya mencionada El cartero siempre llama dos veces, en 1946 y 1981, además de un par de versiones europeas previas: No desearás la mujer de tu prójimo (Le dernier tournant, 1939), producción francesa dirigida por Pierre Chenal, y la italiana Obsesión (1943), de Luchino Visconti. Más tarde también se filmaría una versión húngara, Pasión (Szenvedély), en 1998.
 
A partir de la secuencia inicial, bajo el marco de la guitarra de John Lee Hooker y la trompeta de Miles Davis como música de fondo, ingresamos de lleno en la atmósfera sofocante del pequeño pueblo texano de Taylor, en el que se desarrollará la acción. A su llegada, el forastero Harry Madox (Don Johnson) se involucra con Gloria (Jennifer Connelly, quien tenía en la época del rodaje la misma edad que confiesa su personaje: diecinueve años), secretaria del lote de autos en el que aquél empieza a trabajar como vendedor, y también con la desinhibida Dolly (Virginia Madsen), esposa del propietario del lugar. Las relaciones entre los personajes se van enmarañando de modo inevitable, cubiertas por un cierto halo de fatalidad, como siguiendo el destino dictado por un oráculo, lo que se erige como una característica distintiva del género. Harry tendrá entonces que dividirse entre ambas mujeres.


La premisa de la que partía Hitchcok para tejer la urdimbre de sus intrigas, iba tomando forma como una madeja de mentiras acumuladas y De entre los muertos (Vertigo, 1958) podría ser el arquetipo. En esta ocasión acudimos al chantaje, el robo al banco y la muerte del marido incómodo, con una atmósfera tórrida y siempre tensa que transpira sensualidad: "Zona caliente es uno de los guiones más sexuales que yo haya leído. El público es extraño y cada vez más moralista, se queja sin parar de que las películas tienen demasiado sexo. En mis tiempos, uno iba al cine esperando que lo tuviera", declaró Hopper en una entrevista.

 


Basada en Infierno sin llamas (Hell Hath no Fury), de Charles Williams, autor típico de novela negra cuya obra fue adaptada a la pantalla con mayor frecuencia por el cine francés -Vivamente domingo, que representa el punto final en la filmografía de Francois Truffaut, estaba basada en su novela La larga noche del sábado- e incluso por el australiano, como sucedió con Terror a bordo (Dead Calm, 1989), en la que Nicole Kidman tuvo a su cargo el rol protagónico. Williams nació en San Angelo, un pueblo texano que debe tener alguna similitud con el Taylor en que transcurre Zona caliente.
 
 
Con motivo de su estreno, Richard Corliss se ocupó de ella en las páginas de la revista Film Comment. "Recomendada por un pecaminoso interés redentor: Madsen como una rubia viuda negra y Jennifer Connelly como una joven virginal que, desnuda, despierta más impulsos lúbricos que Madonna".

 
La intensidad de su erotismo establece un innegable parentesco con Cuerpos ardientes, a lo que contribuye también la música de la sugerente banda sonora de ambas películas -en el caso de Zona caliente con una marcada inclinación hacia el blues-. La película concluye con una suerte de moraleja en la voz de Harry, su protagonista: "Encontré lo que me corresponde. Y lo estoy viviendo".
 
 
Jules Etienne
 
Otros fotogramas de la película se pueden ver en La propuesta visual de Ueli Steiger 

martes, 7 de abril de 2015

CHARLES WILLIAMS: Un autor en el olvido


Charles Williams murió el 7 de abril de 1975, hoy se cumplen cuarenta años. Resulta un tanto inexplicable el hecho de que luego de ser uno de los autores de novela negra más populares, pasara al olvido del gran público en el que ahora parece reposar su obra y sólo los lectores asiduos del género mantienen el respeto por sus novelas, mismas que dieron origen a una docena de películas, además de que también escribió algunos guiones.
 
En La tormenta y la calma -entiendo que la única biografía que se ha escrito de Williams-, el autor, Hernán Migoya, establece un paralelismo que, aunque arbitrario, no deja de ser interesante: "De hecho, jamás he encontrado a ningún autor cuya obra total alcance para mí tanta superficie de emoción en carne viva, ya sea en literatura o en cine; si tuviera que buscar alguna referencia o compararle con alguien, tendría que irme al cómic, al único otro especialista real en situaciones límite que conozco: Frank Miller."
 

La primera ocasión en que se adaptó una novela suya al cine fue en 1960, Todo el camino (All the Way) llevaría por título La tercera voz (The 3rd Voice), con Edmond O'Brien, un actor muy característico del género negro, como "La voz". Por esa época Williams -a quien su hija Alison describía según sus propias palabras como "un texano alto y grande con una voz profunda; un tierno gigante"-, se trasladó a radicar en Francia, y eso dio lugar a que la siguiente etapa de su filmografía tuviera el sello del cine europeo: Cáscara de banana (Peau de banane, 1963), dirigida por Marcel Ophüls, basada en Nada en su camino (Nothing in Her Way), fue adaptada al cine por el propio autor junto con Daniel Boulanger, Claude Sautet y el realizador Ophüls, llevando a Jean-Paul Belmondo y Jeanne Moreau como la pareja protagónica; trabajó como uno de los coguionistas en La jaula del amor (Les Félins, 1964), dirigida por René Clément, y protagonizada por Alain Delon y Jane Fonda -durante la época en la que ésta se había involucrado con Roger Vadim y se quedó a vivir unos años en Francia-; El gran golpe (Le gros coup, 1964), con Emmanuelle Riva y Paco Rabal, era la versión fílmica de su novela The Big Bite; al año siguiente se filmó Cargamento rojo (L'arme á gauche), una coproducción franco-ítalo-española, que en España se le conoce como Armas para el Caribe, dirigida por Claude Sautet -a quien Williams había conocido cuando escribían juntos el guión de Cáscara de banana-, con Lino Ventura encabezando el reparto.

 
Después de estas experiencias en el cine europeo, la obra de Williams recibiría de nuevo la atención de Hollywood, y en 1968 adaptó su propia Venus equivocada (The Wrong Venus), que en el cine se conocería como Por un cuerpo de mujer (Don't Just Stand There!), con Robert Wagner y Mary Tyler Moore. Ese mismo año le encomendaron un guión sobre una novela ajena: Snake Water -de su tocayo de apellido Alan Williams-, que dirigió Delbert Mann bajo el título Fiebre de codicia (The Pink Jungle), con James Garner.

En 1970, Orson Welles adaptó la que quizás sea la obra más famosa de Williams: Mar Calmo (Dead Calm), para ser producida y dirigida por aquél bajo el título original en inglés The Deep, pero de esto me ocuparé en un futuro, ya que se trata de la misma novela que sería filmada en 1989 como Terror a bordo, cuando Nicole Kidman era una joven actriz que apenas principiaba su carrera.


Respetando el orden cronológico, los únicos otros dos títulos basados en novelas suyas -además de Mar Calmo-, en la década de los setenta, fueron El biquini de diamantes (Diamond Bikini), con Lino Ventura y Mireille Darc, que se filmó en Francia en 1971; y El hombre que no debía morir (The Man Who Would Not Die, 1975), sobre su obra Por mortaja una vela (The Sailcloth Shroud), con Dorothy Malone -casi treinta años después de que había sido la joven dueña de una pequeña librería en Al borde del abismo (The Big Sleep, 1946).
 

Vivamente domingo (Vivement Dimanche!), el trabajo póstumo de Francois Truffaut, estaba basado en otra de sus novelas: La larga noche del sábado (The Long Saturday Night). Fue filmada en blanco y negro en 1983, con Jean-Louis Trintignant y Fanny Ardant, pareja sentimental del cineasta, como sus protagonistas. Y es precisamente a Truffaut a quien se debe la leyenda sobre el suicidio de Williams, ya que en el prólogo de un libro escribió que se había hundido en su propio velero, hecho que ha sido refutado por Hernán Migoya: "Lo cual descubrí que era falso, que se pegó un tiro directamente con una escopeta en sus peores momentos en un bungaló de California y esto narrado por su hija que fue quien descubrió el cadáver."
 
Poco después, en 1989, Man on the run se adaptaría para una producción televisiva, mismo año en que también se rodaba la ya mencionada Terror a bordo. Al año siguiente se filmó en Francia su novela Hill Girl, con Nathalie Cardone y Tchéky Karyo. Finalmente, ese mismo año, Dennis Hopper dirigiría Zona caliente (The Hot Spot), basada en Infierno sin llamas, de la que ya me he ocupado previamente.


Esta sería, a grandes rasgos, la filmografía de un escritor que logró llamar la atención de cineastas con el prestigio de Francois Truffaut, Marcel Ophüls y Orson Welles. A saber la razón por la que en la actualidad se comenta tan poco de Charles Williams y su obra, marcada por la amoralidad y la atmósfera asfixiante en la que se debaten sus personajes.


Jules Etienne


Créditos finales: (Por orden de aparición)

Julie London y Edmond O'Brien en La tercera voz (The 3rd Voice, 1960), dirigida por Hubert Cornfield; Jane Fonda y Alain Delon en La jaula del amor (Les Félins, 1964), dirigida por René Clément; Nicole Kidman en Terror a bordo (Dead Calm, 1989), dirigida por Philip Noyce; Fanny Ardant en Vivamente domingo (Vivement Dimanche!, 1983), dirigida por Francois Truffaut; Don Johnson, de espaldas, frente a Virginia Madsen en Zona Caliente (The Hot Spot, 1990), dirigida por Dennis Hopper.

lunes, 9 de mayo de 2011

Dennis Hopper: EN BUSCA DE SU DESTINO


Dennis Hopper debutó muy joven actuando en televisión y después de varias apariciones en distintas series tuvo su primera oportunidad en el cine antes de cumplir los veinte años, como uno de los jóvenes estudiantes de Rebelde sin causa, en 1955. Coincidiría de nuevo con James Dean como un personaje secundario de Gigante, al año siguiente.

A lo largo de su trayectoria tanto en la televisión -participando como actor invitado en series tan exitosas como Bonanza, La ley del revólver o Combate- como en el cine, se le acreditan más de doscientos personajes, algunos de ellos inolvidables: uno de los prisioneros al lado de Paul Newman en La leyenda del indomable (Cool Hand Luke, 1967); le llamaban el profeta en Cuélguenlos bien alto (Hang 'em High, 1968), con Clint Eastwood; como Tom Ripley en El amigo americano (1977), de Wim Wenders; el panegirista verborreico de Apocalipsis ahora (1979) y padre alcohólico de Mickey Rourke y Matt Dillon en La ley de la calle (Rumble Fish, 1983), ambas de Francis Ford Coppola; el exasperante Frank Booth con su mascarilla de oxígeno sometiendo a Isabella Rossellini en Terciopelo Azul (Blue Velvet, 1986); y junto a Christopher Walken sostiene la escena cumbre de La fuga (True Romance, 1993), de Tony Scott, con guión de Tarantino.


Pero fue su breve carrera como cineasta, de apenas siete títulos, la que le permitió ganar un lugar de privilegio en la historia del cine. Tras su exibición en el festival de Cannes, en mayo de 1969, Busco mi destino (Easy Rider), no sólo originó grandes controversias, sino que trazó una nueva ruta para el cine independiente. De ahí su importancia. Es la revisión del sueño americano, una mirada itinerante de la generación que simbolizó la ruptura, una balada de la contracultura coescrita y dirigida por Dennis Hopper.

Resulta oportuno ocuparse de él durante este mes puesto que nació el 17 de mayo de 1936 y falleció el 29 de mayo del año pasado. Era el penúltimo sobreviviente de Rebelde sin causa. Corey Allen, quien retaba a James Dean en la carrera de automóviles, murió tan sólo unas semanas después, el 27 de junio.



Dennis Lee Hopper incursionó en la fotografía y las artes plásticas, su colección de arte contemporáneo incluía la famosa lata de sopa Campbell's de Andy Warhol y es famosa la anécdota de los huecos de bala en un cuadro con el rostro en azul de Mao Tse Tung, también de su autoría. Una noche, cuando Hopper vio la pintura en la oscuridad, pensó que se trataba de alguien y disparó en un par de ocasiones. A Warhol le pareció un detalle tan simpático que lo denominó "una colaboración" y procedió a marcar los orificios como "disparo de advertencia" y "orificio de bala". Siendo muy joven fue vetado de la Metro Goldwyn Mayer por el propio Louis B. Mayer y su enfrentamiento con Henry Hathaway durante el rodaje de Hell From Texas (me niego a llamarla por el absurdo y ridículo título con que se le rebautizó en México), provocó que se tuviera que alejar del cine entre 1958 y 1965. En alguna ocasión se extravió en el desierto mexicano y tuvo que someterse a rehabilitación por consumo de drogas. Fue condecorado en Francia con la orden de las artes y las letras en 2008. Se casó cinco veces, su matrimonio con Michelle Philipps, cantante del grupo The Mamas & the Papas y protagonista de la película Valentino, de Ken Russell, sólo duró ocho días.

Ya estaré comentando otras de sus películas más adelante.



Créditos finales:

(Por orden de aparición)

Peter Fonda y Dennis Hopper, en Busco mi Destino (Easy Rider, 1969), dirigida por Dennis Hopper

Dennis Hopper e Isabella Rossellini, en Terciopelo Azul (Blue Velvet, 1986), dirigida por David Lynch

Dennis Hopper y James Dean, en Rebelde sin causa (Rebel without a Cause, 1955), dirigida por Nicholas Ray

Rudolf Nureyev y Michelle Phillips, en Valentino (1977), dirigida por Ken Russell

miércoles, 4 de mayo de 2011

Dennis Hopper y los avatares de un cineasta: TESTIGO EN LA MIRA (Backtrack, 1989)


Ahora que Charlie Sheen se ha puesto de moda por sus locuras más que por sus películas y el morbo colectivo incita a buscar fotografías de Bree Olson, la actriz porno que vivía con él, antes que sus primeros trabajos en el cine, los que le permitieron fincar una carrera y obtener de ella una fortuna, me di a la tarea de revisar su trayectoria y fue así como me topé con Testigo en la mira, película sobre la que publiqué una breve reseña en la revista Primer Plano, de la que era director a principios de los años noventa.


Insatisfecho por el resultado después de los cortes que se le hicieron a su versión original, Dennis Hopper decidió entablar una demanda judicial que coincidió con la quiebra de Vestron, la compañía productora, lo cual dificultaba cualquier posibilidad de arreglo. En tanto que el proceso continuaba, el juez del caso resolvió que no era posible permitir su estreno comercial en territorio estadounidense, pero tampoco impedía su explotación en el resto del mundo, por lo que también se le conoce como Catchfire. Esto provocó cierto desorden en cuanto a su exhibición, ya que si bien en algunos países se estrenó en las salas de cine, por ejemplo en España y Argentina bajo el título de Camino sin retorno, en México apareció directamente en video con el título de Testigo en la mira bajo el sello Videomax, empresa que adquirió también otro par de títulos del catálogo de Vestron: Destino sin gloria y Crucero de medianoche, para ser distribuidos a través de su filial Videosonic. Es interesante porque esa misma empresa había adquirido poco antes los derechos de otra película maldita: Hammett, de Wim Wenders, producida por Francis Ford Coppola, pero nunca se decidieron a sacarla al mercado.


De todas las producciones que he mencionado en el recuento de Vestron, la que resultó más afectada fue, sin duda, Testigo en la mira. Se trataba de un proyecto muy personal de Dennis Hopper, que sería dirigida y protagonizada por él, con un reparto extraordinario: Jodie Foster, Dean Stockwell, Vincent Price, John Turturro, Fred Ward, Catherine Keener, Joe Pesci y hasta Bob Dylan, además del ya mencionado Sheen.


Con elementos del cine negro, cuenta la historia de Milo (Dennis Hopper), asesino a sueldo contratado por unos mafiosos para eliminar a la joven artista Anne Benton (Jodie Foster), que ha sido testigo de un crimen. Sin embargo, Milo termina enamorándose de su víctima y juntos emprenderán la tormentosa huída. Como si un amor delirante en condiciones de fuga no fuese suficiente caos, los cortes arbitrarios a los que fue sometida para reducirla a un tiempo en pantalla menor a las dos horas (las tres horas originales fueron reducidas por el propio Hopper a una versión de 116 minutos, que después los productores se encargarían de convertir en 98), la volvieron confusa y la acción no transcurre sino que va rebotando de un incidente en otro.



La propuesta visual de Ed Lachman, quien tuvo a su cargo la cinematografía, hace énfasis en colores y texturas. Jodie Foster sorprende con su desnudo en la ducha. Aquí se puede resaltar que las películas producidas por Vestron tuvieron esa marcada inclinación erótica: Rebecca De Mornay en Y Dios creó a la mujer..., tuvo varias escenas intensas y un desnudo frontal, Kelly McGillis nunca estuvo más audaz en pantalla que en su aparición en Cazador del pasado y hasta la por entonces habitualmente recatada Meg Ryan, heroína de comedias románticas, tiene escenas de cama y un leve desnudo en Destino sin Gloria.


La única escena en la que participa Charlie Sheen, como el novio de Jodie Foster, es breve y termina siendo asesinado por error en lugar de ella. Dennis Hopper optaría por retirar su nombre de los créditos como director para recurrir al fatídico seudónimo de Alan Smithee.


Testigo en la mira aglutina todos los elementos que le confieren a una película, por derecho propio, la denominación de maldita.

martes, 3 de mayo de 2011

Charlie Sheen: UNA PELÍCULA MALDITA




Cuando Charlie Sheen aceptó participar con un papel secundario en una película cuyo título sería Backtrack, en 1989, ya había protagonizado Pelotón (Platoon, 1986) y El poder y la avaricia (Wall Street, 1987). Es decir, no era ningún principiante y aceptó porque el proyecto le parecía atractivo, además de que tenía el interés de ser dirigido por Dennis Hopper. Se trataba de una producción bajo el sello de la hoy desaparecida Vestron International Group.


Para comprender cabalmente lo sucedido, valdría la pena abordar la historia de dicha empresa. En un principio sus actividades se limitaban a la distribución de videos, sobre todo de Orion Pictures. Con el tiempo empezaron a producir sus propias películas, una de las cuales, Baile caliente (Dirty Dancing, 1987), se convertiría en un gran éxito de taquilla, lo cual impulsó a sus ejecutivos a emprender la aventura de financiar algunos proyectos más ambiciosos, a cargo de cineastas con el prestigio de John Huston, Roger Vadim, Hugh Hudson y el ya citado Dennis Hopper.




Del primero, su trabajo póstumo: Los muertos (The Dead, 1987), inspirada en un relato de James Joyce que se incluye en el volumen de Los Dublineses. La adaptación corrió a cargo de su propio hijo Tony Huston en tanto que su hija Anjelica interpretaba a Gretta, el estelar femenino. Cabría la acotación de que Huston es el único realizador en la historia del cine que dirigió tanto a su padre, Walter Huston, como a su hija Anjelica, cuando ambos obtuvieron el Oscar. Aquél por El tesoro de la Sierra Madre, en 1948, y ella por El honor de la familia Prizzi, en 1985. La historia de Los muertos transcurre durante una cena tradicional en casa de unas ancianas, en la Irlanda de 1904. Con una atmósfera muy auténtica y caracterizaciones logradas, la trama casi inexistente culmina en la confrontación del matrimonio formado por Gabriel y Gretta Conroy. La salud de Huston -por entonces tenía más de ochenta años-, era ya tan delicada durante el rodaje de la película, que se desplazaba en silla de ruedas y con el auxilio constante de oxígeno. Los muertos, además de su título que resultaba muy simbólico, tiene la delicadeza de un poema y se erige, sin duda, como un digno testamento fílmico.

Pero no todos los proyectos de Vestron culminaron de la misma manera. Roger Vadim acometió una nueva versión de su mayor éxito: Y Dios creó a la mujer..., sólo que en esta ocasión sin Brigitte Bardot ni la aureola de escándalo que la rodeaba en los años cincuenta. La acción se trasladaría de la costa azul francesa al desértico Nuevo México. El legendario papel de la original Juliette Hardy, se tornaba en una ex presidiaria devenida en rockera, interpretada por Rebecca De Mornay (incluso le valdría ser candidata a un premio Razzie para la peor actuación). El fracaso fue de tal magnitud que no logró recuperar en taquilla ni siquiera un millón de dólares.




En cuanto a Hugh Hudson, le apostaron a que con Ángeles perdidos (Lost Angels, 1989) recuperaría el prestigio obtenido con sus primeras películas: Carros de fuego y Greystoke, la leyenda de Tarzán, tras la debacle que había significado Horizontes de libertad (Revolution, 1985), en la que el siempre sobrevalorado Al Pacino parecía un patriota estadunidense que habría inventado el acento de Brooklyn en plena guerra de independencia en 1774. Con una trama bastante densa sobre un joven conflictivo que es internado en un hospital siquiátrico a cargo del médico que interpreta Donald Sutherland, participó sin fortuna en el festival de Cannes. Nunca se exhibió en México y en España se llamó Nuevos rebeldes.



Si bien, las producciones de Vestron no fueron igual de costosas, en ese mismo lapso también produjeron algunas cintas de corte más modesto como Crucero de medianoche (Midnight Crossing, 1988), en la que Faye Dunaway es la esposa ciega de un oficial retirado (Daniel J. Travanti), que había escondido un millón de dólares en Cuba justo en el momento en que la revolución derrocó al dictador Fulgencio Batista. De manera que la trama se centra en el viaje para recuperar ese dinero. Los acompañan en la aventura el hijo de su mejor amigo (John Laughlin) y su esposa, interpretada por Kim Catrall, quien recién se había puesto de moda gracias a Me enamoré de un maniquí (Mannequin, 1987) y, por supuesto, mucho antes de que se convirtiera en la Samantha Jones de El sexo y la ciudad.




Destino sin gloria (Promised Land, 1988), fue un proyecto desarrollado por el Sundance Institute, de Robert Redford. Escrita y dirigida por el entonces joven cineasta Michael Hoffman -quien más tarde añadiría algunos títulos como Un día muy especial (One Fine Day, 1996) o Lección de honor (The Emperor's Club, 2002, a su filmografía-, es la crónica sensible y nostálgica de Danny (Kiefer Sutherland), el típico joven que deja su pueblo natal en busca de otra vida y se casa con la extravagante Beverly (Meg Ryan, casi irreconocible, tatuada y con el cabello teñido de rojo). Culmina en una trágica confrontación con un antiguo compañero de escuela. Su paso por las salas de cine fue breve y también se le conoció como Young Hearts.



El año siguiente, 1989, marcaría el comienzo del fin para Vestron. Todavía lograron estrenar Adiós al rey (Farewell to the King), una alucinada y muy onerosa epopeya con Nick Nolte como un desertor del ejército estadounidense que se proclama rey de una tribu primitiva en la isla de Borneo durante la segunda guerra mundial. Reminiscente del Apocalipsis de Coppola, fue dirigida por John Milius y se inspiraba en una novela del cineasta francés Pierre Schöendoerffer. En México también se le conoció como El desertor.




En cuanto a Cazador del pasado (Cat Chaser), todavía alcanzó a estrenarse en Inglaterra y España, pero ya no en los Estados Unidos, en donde apareció directamente en el mercado del video en octubre de 1991. Dirigida por Abel Ferrara, se trata de una adaptación de la novela homónima de Elmore Leonard (el argumentista de la clásica El tren de las 3:10 a Yuma), en la que Peter Weller es un veterano de la intervención en República Dominicana que administra un pequeño hotel en Miami y se involucra fatalmente con una mujer (Kelly McGillis). Se trata sin duda del personaje más sensual en la carrera de la actriz aunque ella siempre expresó su desprecio por esta película.



Testigo en la mira (Backtrack), que es el motivo de esta crónica, logró concluir su rodaje pero quedó atrapada entre el rechazo de su propio director, Dennis Hopper, y el colapso financiero de Vestron. Pero de eso me ocuparé mañana.




Créditos finales:


(Por orden de aparición)



Charlie Sheen y Jodie Foster en Testigo en la mira (Backtrack, 1989), dirigida por Dennis Hopper


Anjelica Huston en Los muertos (The Dead, 1987), dirigida por John Huston


Rebecca De Mornay y Vincent Spano en Y Dios creó a la mujer... (And God Created Woman, 1988), dirigida por Roger Vadim

Meg Ryan y Kiefer Sutherland en Destino sin gloria (Promised Land, 1988), dirigida por Michael Hoffman

Nick Nolte en Adiós al rey (Farewell to the King, 1989), dirigida por John Milius


Kelly McGillis en Cazador del pasado (Cat Chaser, 1989), dirigida por Abel Ferrara