Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.
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sábado, 12 de agosto de 2023

A propósito de Marilyn: LA COMEZÓN DEL SÉPTIMO AÑO


El pasado 5 de agosto se cumplió otro aniversario luctuoso de Marilyn Monroe. Sin duda la escena más famosa de La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955) y tal vez la más emblemática en toda la filmografía de Marilyn sea la del vuelo de su falda parada sobre la ventila del subway neoyorquino.. Pero como detalle curioso nos encontramos una breve escena silente filmada en 1901: Lo que sucedió en la calle 23 de Nueva York (What Happened on Twenty-Third Street, New York City).
 
 
La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955):
 
 
Un elefante con una trompa enorme (Un éléphant, ça trompe énormément, 1976):
 
 
La chica de rojo (The Woman in Red, 1984):
 
  Insignificancia (Insignificance, 1985):


El perfume de Yvonne (Le parfum d'Yvonne, 1994):
 

Con este vínculo es posible ver la escena en cuestión de El perfume de Yvonne.

Créditos finales:
 
Lo que pasó en la calle 23. A. C. Abadie (el hombre) y Florence Georgie (la mujer); dirección de George S. Fleming y Edwin S. Porter (1901).
 
La comezón del séptimo año. Marilyn Monroe (la muchacha) y Tom Ewell (Richard Sherman); dirección de Billy Wilder (1955).
 
Un elefante con una trompa enorme. Jean Rochefort (Étienne) y Danièle Delorme (Marthe); dirección de Yves Robert (1976).
 
La chica de rojo. Kelly LeBrock (Charlotte); dirección de Gene Wilder (1984). Canción tema La dama de rojo (Lady in Red), de Chris de Burgh.

Insignificancia. Teressa Russell (la actriz); dirección de Nicolas Roeg (1985).
 
El perfume de Yvonne. Hyppolite Girardot (Victor Chmara) y Sandra Majani (Yvonne Jacquet); dirección de Patrice Leconte (1994). Basada en la novela Villa triste del premio Nobel de literatura Patrick Modiano.

sábado, 5 de agosto de 2023

Con el pretexto de otro aniversario luctuoso de Marilyn Monroe: INSIGNIFICANCIA


Debió suceder durante el otoño de 1954, porque el rodaje de La comezón del séptimo año tuvo lugar entre septiembre y noviembre, aunque su exhibición a partir del siguiente junio, haya coincidido con el tórrido verano que sirvió de pretexto para que Marilyn Monroe se parase sobre las ventilas del subway neoyorquino a recibir el aire que revolvió su vestido blanco. Imagen perenne objeto de culto, imitación y parodia, casi setenta años más tarde.

La mayoría de las crónicas coinciden en el año de 1954 para ubicar la acción, pero el New York Times establece la misma durante una noche de marzo de 1953 y en algunos avances de la película también se escucha la voz del narrador señalar este último año.


Y si bien los personajes de Insignificancia, la pieza teatral de Terry Johnson, no tuvieron nombre porque no lo necesitaban, eran fácilmente identificables a partir de su condición de íconos de la cultura popular: Albert Einstein, quien recibe en su habitación de hotel la visita de Marilyn y durante el devenir dramático de la obra, también aparecerán el beisbolista Joe DiMaggio, por entonces su marido, y el senador Joe McCarthy, de infausta memoria.

Nicolas Roeg, cineasta británico cuyas irreverencias y excesos bien podrían emparentarlo con Ken Russell, lo mismo que su proclividad a trabajar con músicos famosos -Mick Jagger en su inicial Performance, Art Garfunkel en Bad Timing y David Bowie en El hombre que cayó a la tierra (así como Russell lo hiciera con Roger Daltrey y el propio Bowie)-, emprendió el traslado de Insignificancia del escenario a la pantalla, con el mismo vigor experimental que identifica su filmografía.


Roeg se encontró con Theresa Russell cuando ella iniciaba su carrera -había debutado a los 19 años en El último magnate (The last tycoon, 1986)-, y no sólo le daría el rol protagónico de Bad Timing (1980), que en España se tradujo como Contratiempo mientras que en México conservó su título original en inglés al exhibirse en la Muestra Internacional de Cine correspondiente a 1981, sino que acabaría por convertirse en musa y fetiche del cineasta a lo largo de una colaboración que se volvió matrimonio en 1982 para sumar otros cinco títulos: Eureka, Insignificancia, un segmento de Aria, Ruta 29 (Track 29) y Frío en el paraíso (Cold Heaven), entre 1983 y 1991.

Y a propósito de títulos en otros idiomas, no deja de ser curioso que Insignificancia se estrenara en Italia como La signora in bianco, es decir, La señora de blanco, mientras que en Francia se le conoce como Une nuit de reflexion (Una noche de reflexión).


La película se presentó en el festival de Cannes en 1985, se le llegó a mencionar como una de las favoritas para obtener la Palma de Oro, que recibió la producción yugoslava Papá está en viaje de negocios, de Emir Kusturica y tuvo que conformarse con el Gran Premio que otorga la comisión superior de la técnica.

Una buena parte de la crítica coincide en que Roeg era el cineasta ideal para dirigir este traslado del escenario a la pantalla. Tras su estreno fue recibida por Sheila Benson como "Una noche de íconos".


Barbara Kruger concluye de la siguiente manera el párrafo final de su texto publicado en Artforum:

"Aparte de su estilo visual, la película posee el aliento de su guión. Escrito por Terry Johnson, Insignificancia fue originalmente una producción teatral de Londres, lo que no debería sorprender. La incapacidad de Hollywood para alentar o tolerar proyectos cinematográficos que muestren alguna agudeza literaria ha obligado a muchos directores a seguir el ejemplo del teatro. El guión adaptado proporciona la franqueza y la articulación de la película e ilustra el poder de sus ideas: que una habitación en el Hotel Roosevelt en 1954 puede servir como un microcosmos de los acontecimientos actuales y la mitología popular; que es posible que una película aborde la misma represión que ha ayudado a convertir a Hollywood en el pretzel del control y el cumplimiento corporativos, que con demasiada frecuencia es hoy; y que el poder, la sexualidad y el dinero pueden unirse para producir una tormenta de fuego de proporciones atómicas. Cuando el senador intenta confiscar un montón de preciosas ecuaciones, Einstein se burla de él tirándolas por la ventana."


Jules Etienne

Créditos finales:

Theresa Russell en la recreación de la famosa escena en La comezón del séptimo año (The Seven Year Itch, 1955).

Theresa Russell y Art Garfunkel en Bad Timing (1980).

Theresa Russell como la actriz de Insignificancia.

viernes, 5 de agosto de 2022

Sesenta años sin LA SONRISA DE MARILYN

¿Desde cuándo había dejado de ser Norma Jeane al mirarse en el espejo? ¿En qué momento las breves noches del verano se volvieron el prolongado desierto de la soledad? Se había cansado de que la llamaran Marilyn, estaba harta de seguir siendo quien ya no quería ser. Sin embargo, a estas alturas de la vida, o de la muerte, ¿quién más podría ser? ¿La hija de Gladys y alguien que ni siquiera sabía de su existencia o, peor aún, tendría conocimiento de ella pero habría preferido ignorarla? Ese alguien que lo mismo podía ser Martin Mortensen, el ex marido de su madre, o aquel Charles que se parecía a Clark Gable y que la propia Gladys le señaló en una fotografía, ¿cómo saberlo si estaba loca y había pasado años recluida en un manicomio?

¿Sería Norma Jeane otra vez? Hacía dieciséis años que nadie la llamaba así, y muchos más desde que había decidido dejar de recordar. Porque los recuerdos hieren. Mienten quienes piensan que cualquier tiempo pasado pudo ser mejor, el pasado no existe, no es más que un extenso, interminable silencio del tiempo. Y ahí estaba el presente convirtiéndose en pretérito a cada segundo que transcurre, mirando siempre el futuro como una ilusión, una quimera que tal vez nunca llegue porque nadie puede saber con certeza si amanecerá de nuevo mañana.

Por eso y tantos otros pensamientos que la atormentaban, estiró su mano para alcanzar entre los frascos de Thorazine, Amital, Fenobarbital, y Demerol, el que contenía las píldoras de Nembutal. Por eso, y a pesar de todo el esfuerzo para al fin dejar de recordar, la habitación se fue llenando de rostros y de voces. La de Joe reclamando cualquiera de las cosas que siempre le reprochaba, pero ¿si bien sabía que ella había aparecido desnuda en Playboy antes de que se casaran, cuál era el afán de molestarse por un calendario? Y la de Arthur, a cuyo lado siempre se sintió ignorante. El resplandor efímero de las cámaras fotográficas y los reporteros preguntándole cualquier cosa: ¿qué se pone para dormir? Chanel número 5, los ejecutivos de la Fox amenazando con rescindir su contrato. También estaba Bobby, celoso de su propio hermano. Feliz cumpleañosseñor presidente, balbuceó en voz alta. Y esos relámpagos de los fotógrafos que parecían no detenerse jamás.

El doctor Greenson se fue de su casa a las siete y le encomendó a Eunice, el ama de llaves, que estuviera al pendiente de ella. Aunque ¿quién puede mantenerse atento de una muerta? Norma Jeane había muerto legalmente en 1956 cuando se cambió el nombre por el de Marilyn, y también murió como cristiana puesto que se convirtió a la religión judía. Había muerto cuando perdió la impunidad de la inocencia al ver a su madre encerrada en una clínica para enfermos mentales, había vuelto a morir después de cada uno de sus divorcios, de James, de Joe y de Arthur. En realidad llevaba muerta desde que el desamor se le había arraigado en el alma dejando la fama de su piel deshabitada.


Cuando la llamó Peter Lawford, le pidió que la despidiera de Pat, su esposa, también del presidente y le dijo adiós. Más tarde intentó comunicarse de nuevo con ella pero ya nunca le respondería. El teléfono permaneció descolgado sin respuesta. En el hotel St. Charles de San Francisco siempre negaron haber recibido su llamada. Era la hora para dejar de temer al pasado. Reconocer que es imposibe transformar lo que ha quedado como testimonio de lo vivido. Entonces ya sólo le aterraba el futuro, aquello que todavía estaría por vivir.

Se miró al espejo y advirtió arrugas en las comisuras de sus ojos, hubiera preferido verse como cuando era la joven veinteañera que posaba desnuda para los almanaques. Pero los espejos traicionan, suelen tener mala memoria y no devuelven la imagen que se desearía ver sino aquella que se le antoja a la realidad. La edad es un monstruo invencible y se prometió que nunca la verían envejecer. Entonces ingirió de un solo golpe todas las tabletas de nembutales que quedaban en el frasco. Igual que como había llegado, la vida se fue desnuda esa madrugada.

Hay quienes suponen un imperceptible halo de tristeza en la sonrisa con la que aparece en sus fotografías. Advierten un peculiar contraste en la mezcla voluptuosa que confunde la alegría del momento con su nostalgia por aquello que habría preferido vivir o de quien le hubiera gustado ser: una mujer real, de carne, con la sangre latiendo en su realidad cotidiana en lugar de eso a lo que llaman mito sexual, la ilusión mórbida para tantos desconocidos que sólo soñaban acostarse con ella, colgada de las paredes como un calendario o atrapada en el marco de los carteles.

En todo caso, el despliegue sonriente de sus labios coloreados con el carmesí de Revlon, captura tantos enigmas como la Monalisa. Las sonrisas de ambas siguen allí, quién sabe por cuanta eternidad, en la memoria de todos.

Jules Etienne

lunes, 5 de agosto de 2019

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE MARILYN

 
Es bien sabido que Marilyn Monroe modificó su nombre cuando trabajaba como modelo y Ben Lyon, ejecutivo de la Fox, le ofreció una prueba y su primer contrato en el cine. Optaron por el apellido de su abuela materna: Monroe. De tal manera que se llamaría Norma Jeane Monroe, aunque luego decidieron acortarlo a Jeane Monroe. Sin embargo, él consideraba que seguía faltando algo y fue así como sugirió Marilyn, por una actriz de Broadway muy popular en los años veinte y treinta: Marilyn Miller. Si bien a ella no le gustaba en un principio, porque le parecía la contracción de Mary Lynn, acabaría por aceptarlo.
 
El nombre que figuraba en su acta de nacimiento era el de Norma Jeane Mortenson, que era el apellido del segundo marido de su madre, y aunque se habían separado antes de que ella naciera, con ese nombre se le registró. El divorcio se consumó en 1928, cuando tenía dos años de edad, provocando que lo cambiara por el de Baker, que era el de su madre. Así fue, entonces, que Norma Jeane Mortenson se convirtió más tarde en Baker y Norma Jeane DiMaggio cuando estuvo casada con Joe. Para cuando era la esposa de Arthur Miller, ya había adoptado el nombre legal de Marilyn Monroe, de manera que firmaba Marilyn Monroe Miller, ¡casi igual que Marilyn Miller!, de quien lo había tomado en un principio.
 
 
No deja de llamar la atención que tratándose de alguien tan famosa como ella, algunas personas no hayan tenido la paciencia y acuciosidad de corroborar la información y la llamaran "Norma Jean", sin la "e" al rematar su segundo nombre. Bob Dylan compuso una canción con el título ¿Quién mató a Norma Jean? (Who Killed Norma Jean?) en tanto que Norman Mailer en su controvertida biografía Marilyn -rechazada por Arthur Miller en sus memorias-, denominó el capítulo tercero precisamente Norma Jean. Algunas películas sobre su vida llevaron por título Goodbye, Norma Jean (1976) o Norma Jean and Marilyn (1996), pero en ninguno de estos casos se le escribió como debería ser: Norma Jeane.
 
Pensarán, tal vez, que no importa gran cosa puesto que siempre se le recordará como Marilyn Monroe, el mito de la doble M.
 
 
Jules Etienne

jueves, 7 de agosto de 2014

Ashley Judd: NORMA JEAN AND MARILYN y el famoso calendario

 
Entre el mar de películas, tanto de carácter ficticio como documentales, que se han filmado sobre Marilyn, se encuentra Norma Jean and Marilyn, una producción televisiva de la cadena HBO que se transmitió por primera vez el 18 de mayo de 1996. A través de ella se intenta más que una recreación biográfica, especular sobre el drama existencial que a final de cuentas resultaría su vida: "Marilyn Monroe fue nuestra fantasía. Norma Jean fue su realidad", sería la frase que encierra la esencia de esta película.
 
Tal vez su principal error haya sido basarse -aunque sólo lo haya hecho de manera parcial-, en el libro Norma Jean: mi vida secreta con Marilyn Monroe, las memorias de un actor desconocido de nombre Eddie Jordan, quien aseguraba haber vivido un prolongado romance con ella.
 
 
A través de la convivencia visual de Norma Jean, la joven decidida a conquistar un lugar en el cine, y Marilyn Monroe, la estrella consumada, se resuelve en pantalla el monólogo interior con tintes oníricos de ésta con su pasado y fantasmas que le acompañan. Ashley Judd es Norma Jean en su juventud, mientras que a Mira Sorvino le corresponde la tragedia de Marilyn. 
 

 
 
No deja de llamar la atención una escena en particular que, por lo general, el resto de las películas sobre su vida suelen soslayar: el pasaje de la sesión fotográfica del célebre calendario, que aquí es reconstruida con particular énfasis, utilizando la tonada de Volver a empezar (Beguin the Beguine), de Cole Porter, como fondo musical.
 
 
Se asegura que el vestido blanco con cerezas estampadas que usa Mira Sorvino es el mismo que llevaba Marilyn durante la filmación de Los inadaptados (The Misfits). A pesar de que la crítica no resultó nada benévola con esta propuesta, ni los diálogos de la propia Marilyn consigo misma, ni la escena ya citada en que le toman las fotografías para el calendario, merecían semejante indiferencia.
 
 
Jules Etienne  

martes, 5 de agosto de 2014

LAS OTRAS MARILYN

 
Esta fecha, 5 de agosto, le pertenece a Marilyn. Más de medio siglo después de su muerte y todavía se recuerda, en cualquier lugar del mundo en el que exista una pantalla, a quien se exalta como el mayor ícono inventado por el cine.

Imitaciones van y vienen, películas sobre su vida o determinados pasajes de la misma, documentales especulando sobre los motivos de su suicidio y tantos libros que se han escrito y publicado sobre Marilyn que ya deben pesar toneladas y podrían constituir una biblioteca circunscrita únicamente a su leyenda.

 
¿Quién no recuerda a Madonna, la chica material, en aquel video al estilo de Los caballeros las prefieren rubias? ¿O a otras reinas de la música pop, como Cristina Aguilera y Gwen Stefani con peinado y maquillaje en el más puro estilo Marilyn? ¿A Lindsay Lohan en un reportaje del New York Magazine, en 2008, recreando la famosa sesión fotográfica con Bert Stern? Y a propósito de Lindsay Lohan, en su papel de Lola en Confesiones de una típica adolescente (Confessions of a Teenage Drama Queen, 2004), en determinado momento aparece caracterizada como Marilyn con el típico vestido blanco que ésta usaba en La comezón del séptimo año.
 
 
También Drew Barrymore, en 1996, figuraba a la manera de Marilyn en la portada de la revista George, en el colmo del sarcasmo, propiedad del hijo de John Kennedy. Por su parte Nicole Kidman, con motivo del décimo aniversario de la edición australiana de Harper's Bazaar, celebraba con su imagen acompañada por un título que no podía ser más alusivo: Some like it hot.


Para darle cierta congruencia a esta crónica, habría que enumerar -o al menos intentarlo- una lista con aquellas actrices que alguna vez han encarnado a Marilyn, ya sea en películas o en series de televisión.
 




















Misty Rowe (1976), en Adiós, Norma Jean (Goodbye, Norma Jean).
Todos los títulos citados a continuación fueron producciones televisivas:
Catherine Hicks (1980), en Marilyn: The Untold Story.
Constance Forslund (1980), en La rubia de este año (This Year's Blonde).
Susan Griffiths (1991), en Marilyn y yo (Marilyn and Me).
Melody Anderson 1993), en Marilyn y Bobby: una relación prohibida (Marilyn & Bobby: Her Final Affaire).
Mira Sorvino y Ashley Judd (1996), como Marilyn adulta y joven, respectivamente, en Norma Jean y Marilyn.
Barbara Niven (1998), en El clan Sinatra (The Rat Pack).
Poppy Montgomery (2000), en la miniserie Blonde, basada en la novela homónima de Joyce Carol Oates.
Sophie Monk (2004), en El misterio de Natalie Wood.
Charlotte Sullivan (2011), en Los Kennedy (The Kennedys).


De nueva cuenta Susan Griffiths, también interpretó a la mesera ataviada como Marilyn en el bar retro de Tiempos Violentos (Pulp Fiction, 1994), de Quentin Tarantino. 


De fecha más reciente es la producción británica Mi semana con Marilyn (My Week with Marilyn), que se estrenó en 2011, basada en el libro de Colin Clark y protagonizada por Michelle Williams.
  

Se dice que está a punto de iniciar el rodaje del proyecto titulado Blonde, con Naomi Watts. Se trata de una nueva versión de la novela homónima de Joyce Carol Oates, que será dirigida por Andrew Dominik.


Supongo que debe haber otras posibles Marilyn que desconozco, sin embargo, una de las más sugestivas es aquella que interpretaba Theresa Russell en Insignificancia (1983), la película de Nicolas Roeg que adapta la obra teatral homónima y resulta una sutil paradoja que ni siquiera lleve su nombre a pesar de todas las referencias, al personaje en cuestión se le denomina simplemente "la actriz". 


En medio de los excesos e irreverencias de Tommy (1975), la versión fílmica de Ken Russell sobre la ópera rock del mismo nombre, aparecen constantemente íconos con su efigie ya que es objeto de un culto religioso del que su predicador es nada menos que el guitarrista Eric Clapton.
 

Una vida en siete días (Life or Something Like That, 2002), es una comedia romántica en que la reportera Lanie Kerrigan -papel a cargo de Angelina Jolie-, le rinde su propio tributo al mito, ya que cuando era niña la vio en un video cantando Los diamantes son el mejor amigo de una mujer en Los caballeros las prefieren rubias, y a eso se debe el arreglo de su cabellera reminiscente, por supuesto, a la de Marilyn.
 

La publicidad ha llevado a algunas actrices como Charlize Theron y Scarlett Johansson  a adoptar la apariencia de Marilyn. El recurso de emplear su imagen en diversas campañas se ha repetido una y otra vez, lo mismo con estrellas de cine que con modelos, como la checa Eva Herzigova quien se desnudó para anunciar zapatos en una piscina que evoca la de Something's Got to Give. A la lista habría que añadir los nombre de Elizabeth Banks, Uma Thurman y hasta una morena como Penélope Cruz, entre otras. Aunque también abundan los casos similares a los de las cantantes mencionadas al principio de este texto, cuyo arreglo personal obedece a la mera intención caprichosa de lucir el estilo Marilyn.



 ¿Cuántas Marilyn? Y más tarde habría que sumar a las que aún estarán por venir.



Jules Etienne 

lunes, 5 de agosto de 2013

Guillermo Cabrera Infante: MARILYN, LA FLOR EXÓTICA

 
 "Conocí a Marilyn Monroe mucho antes de ser Marilyn Monroe”, me dijo Sam Shaw. “Ocurrió en la filmación de ¡Viva Zapata!”. Sam Shaw fue el fotógrafo que hizo famosa a Marilyn con una sola foto y, con ella, se hizo famoso él mismo. Sam fue un gran fotógrafo (y no sólo de estrellas), pero era mejor persona: uno de los hombres más buenos y generosos que he conocido -un verdadero Uncle Sam-. Ya Marilyn Monroe había hecho Los años peligrosos* (muchos lo fueron para ella) y estaba por filmar La jungla de asfalto, donde algunos la notaron más a ella que a la principal Jean Hagen. “Todos dicen que fue hecha por los estudios. Marilyn se hizo a sí misma”, me dijo Sam. “La operación plástica en su nariz fue idea suya. Ella no fue Kim Novak, inventada por la Columbia y su mandamás Harry Cohn”.


Pero The Asphalt Jungle fue producida por la Metro. Como curiosa simetría esta película fue dirigida por John Huston, quien la dirigió en su última aparición, Vidas rebeldes, cuyo título en inglés, The Misfits (Los contrahechos, en traducción literal), se podía muy bien aplicar a ella tanto como a su protagonista Montgomery Clift. Marilyn, según dijo Billy Wilder que la conocía bien, “era una original”. Lo que ella creía que lo debía a sus maestros Lee Strasberg y señora, sólo lo debía a su afán de llegar a ser una actriz seria. (¡Por favor!) “Marilyn”, según decía Billy Wilder, “era una gran comedianta pero una pobre actriz dramática”.
 

Esa filmación de Viva Zapata! la reunió con Sam Shaw. Sam había ido a fotografiar no sólo a Marlon Brando sino también a Anthony Quinn, que era su amigo íntimo. “Ella”, decía Sam, “resultaba un poco, cómo decirlo, desmesurada”. Para ser como había sido hasta hace poco modelo de fotografías sus tetas se salían de las blusas y su culo era enorme. Después cuando le llegó la fama lo exhibía y lo movía y lo mostraba orgullosa. Marilyn no era deforme, sino todo lo contrario: muy bien formada, pero ella creaba lo que se dice el canon de la rubia que era demasiado. Tenía razón Sam. Marilyn Monroe pronto tuvo imitadoras. La más famosa y bella y misteriosa (mientras Marilyn era toda ella evidente) fue, por supuesto, Kim Novak. Pero esa es, de veras, otra historia.


Además la forma de caminar de Marilyn como si estuviera muy segura de sus piernas pero no sabía caminar con tacones se hizo evidente en Niagara. Luego todas las actrices de Hollywood que vinieron después, rubias o no, intentarían caminar como ella. “Pero Marilyn”, decía Sam, “fue el artículo genuino”. El artículo femenino, añado yo. Su persona, en el sentido de máscara, era toda suya, hasta la voz entre susurrante y sugestiva. Además Marilyn tenía un agudo sentido del humor, demostrado aun en esa manifestación impresa de la fama, la entrevista -que ella decía odiar. Un periodista le preguntó qué se ponía para dormir y ella susurró: “La radio”. En otra ocasión le preguntaron cómo se vestía para acostarse y ella dijo: “Solamente Chanel número 5”. Su franqueza llegaba hasta la intimidad de su profesión. Durante la filmación de Bus Stop le dijeron que la llamaba a su oficina un rijoso jerarca y al acudir a la cita ella comentó a sus íntimos, “no se vayan, que vuelvo en seguida. él no dura más de cinco minutos”.

La publicidad de Niagara llegó a compararla con la famosa caída de agua: MM “era un espectáculo natural”. Sólo que Marilyn aparecía en vibrantes colores y añadía a su melena rubia un vestido tan apretado que hace falta un topólogo para describirla.

 
Es precisamente en La tentación vive arriba en que Marilyn se convierte en la Monroe, diciendo cosas como aquella explicación de por qué guarda sus panties en la nevera, “es por la calor”, dice ella feminista y Jacinto Benavente le explica: “Es que el calor es masculino”. Aquí hay otras revelaciones que muestran el carácter y la compasión de Marilyn. Al salir de ver, acompañada por el triple feo de Tom Ewell, El monstruo de la Laguna Negra, se compadece de la suerte del monstruo “tan solo como está sin ninguna compañía”. (Como mi nieto Jacobito a quien le exhibí un video de King Kong y al acabar suspiró: “¡El pobre mono!”). Entrando en calor en la calle Marilyn tiene un encuentro memorable con el aparato de ventilación del subway, que expira un aire tibio como la noche. La Monroe lo encuentra delicioso (nosotros también) y se baña en esta invertida ducha seca, que le alza la falda para revelar sus piernas perfectas y Ewell y el espectador comprueban que ha sacado sus pantaloncitos, por lo menos, del refrigerador. Esta revelación de sus partes por el aire que sopla un Eolo subterráneo, nos convierte a todos en mirones deleitados. También muestra que Marilyn siempre está sofocada -cuando no está fogosa. Como en Luces de Candilejas que se deja llevar por el viento (bochornoso por partida doble) cantando A Tropical Heat Wave, una ola de calor tropical, y más aún: ella queda en la zona tórrida. En Cómo casarse con un millonario está más refrescada, pero todavía tiene sofocos y aunque todos la miramos, ella no nos ve. O no nos ve bien: es una cegata que, al negarse a usar gafas, comete todos los gafes -y de paso enamora a más de uno. (Entre ellos el espectador convertido en mirón). No es la pícara puritana sino la inocente que nos hace a todos culpables de escoptofilia, enfermedad muchas veces mortal -como Diana cazadora. Es la diosa a quien Norman Mailer llamó “el ángel dulce del sexo”. Pero ella es Diana convertida por sus flechazos en Cupido. La Monroe está en nuestra mitología pero es más que un mito: es un ícono.

 
Sam Shaw fue el culpable de haber convertido a Marilyn Monroe en mito y a la vez propagador del mito en la iconografía del siglo XX. Fue Sam el creador de Marilyn como imago mundi (la imagen del mundo) o por lo menos propagó su doble. Una réplica de veinte metros de altura colgaba ese verano fogoso por encima de los paseantes en Times Square, y se veía todavía en el septiembre ardiente cuando trató de calmarse la canícula con el aire acondicionado que no todos -como se ve en La tentación vive arriba- tenían en su casa.

 
Hoy Marilyn Monroe está muerta y Sam Shaw también, pero siempre tendremos la imagen en que ambos coincidieron una tarde de verano en Manhattan. Lo que Marilyn ofreció fue una pose, pero Sam Shaw la hizo, con su modestia de siempre, imperecedera. Ustedes como los voyeurs de ayer podrán verla inmarcesible. Si se mira bien se podrá discernir, entre el dulce viento y la amarga victoria del olvido, que Marilyn parece una flor exótica. Lo era cuando estaba viva, lo es todavía en su imagen: en la imagen que reveló Sam Shaw.


Guillermo Cabrera Infante
* Los títulos de las películas corresponden a los de su exhibición en España. Así es como aparecen en el texto original.