Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.
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domingo, 25 de abril de 2021

La soledad del samurai: YOJIMBO, SESENTA AÑOS DESPUÉS


Uno de los mayores méritos del cine de Akira Kurosawa consiste en haber asumido las historias de samurais con la perspectiva de epopeyas y conferirles el rango de arte, a partir de las cualidades formales de su estilo. Para Kurosawa la cámara es algo más que el ojo que observa, es el ángulo inaudito, el emplazamiento impredecible. Si en Los siete samurais era posible observar la acción a ras del suelo, en Yojimbo el protagonista Sanjuro (Toshiro Mifune) sube a una torreta para presenciar desde allí la lucha entre los dos clanes. La cámara es el espectador que siempre nos ha permitido ser, pero en este caso, desde un plano de privilegio.


Si bien Yojimbo no está considerada como uno de los títulos más notables en la filmografía de un autor abundante en ellos -Rashomon, Los siete samurais o Dersu Uzala, serían algunos-, eso no demerita su categoría de película lograda, sino que la ubica en el contexto de una obra redonda y, con frecuencia, magistral.

La historia, obsta repetirlo, es la misma de La cosecha roja, un outsider solitario que llega a un pueblo desconocido en donde dos bandos luchan a muerte, literalmente, para establecer su dominio. Jugando con ambos rivales, oscilando entre ellos como un péndulo justiciero, ofrece sus servicios al mejor postor mientras que paulatinamente procura que se desgasten entre sí y hasta se da tiempo para devolver un poco de equidad a la atribulada aldea, cuando libera a la mujer cautiva para que pueda huir junto a su esposo y su pequeño hijo.


La trama ocurre en 1860, época en la que Japón enfrentaba dramáticos cambios sociales y el shogunato de Tokugawa se disolvía después de dos siglos y medio en el poder. Sanjuro, quien había estado a su servicio, es entonces un samurai que ha perdido a sus amos y con ellos la razón de ser. Vaga en soledad para obtener el sustento propio y en busca de un rumbo que justifique su existencia.

Los villanos, que son prácticamente todos, y esto es lo que mejor emparenta a la película con la novela negra de Hammett, no tienen punto de reposo pero entre ellos destaca el desalmado Unosuke, quien es el único que en lugar del típico sable japonés porta un revólver tipo western de Sergio Leone, se diría que premonitorio ya que tres años después se filmaba Por un puñado de dólares.


El propio Kurosawa reconocía la influencia de la película La llave de cristal (The Glass Key, 1942) -que en México se exhibió, créanlo o no, como El hombre que supo perder-, sobre todo en las escenas de la golpiza al protagonista. Dicha cinta era una adaptación de otra novela de Dashiell Hammett. Por su parte, Yojimbo daría lugar a una secuela al año siguiente: Sanjuro, que es el nombre del personaje en torno al cual se teje la trama. En los países hispanoamericanos se le conoce simplemente por su título original en japonés, mientras que en España sería rebautizada como Mercenario y en los Estados Unidos fue traducida como The Bodyguard (El guardaespaldas).


Suele decir Carlos Fuentes que una novela es siempre hija de otra. Y en este caso podría aplicarse también al cine. La progenie de Yojimbo resultó fecunda pero, sobre todo, diversa: gangsters, vaqueros, vikingos y, por si fuera poco, hasta espadachines en un planeta desértico con dos soles.

Jules Etienne

sábado, 22 de junio de 2019

COSECHA ROJA: Insólita historia de una serie de plagios


Cosecha roja apareció publicada en febrero de 1929, de esa manera Dashiell Hammett pasaba de los cuentos que durante años había estado escribiendo para la revista Black Mask, al trabajo narrativo más extenso que implica una novela. Y si bien el ejercicio literario resultó lo suficientemente exitoso -André Gide equiparaba sus diálogos con los de Hemingway o Faulkner, al tiempo que afirmaba: "todo el relato es de una habilidad y un cinismo implacables"-, fue al trasladar la novela al cine cuando se suscitaron una serie de plagios reiterados que la erigen en un caso único, insólito, a través de la historia del cine.


De entre todas las películas que se han inspirado en ella sólo dos, Noches de contrabando (Roadhouse Nights, 1930) y La ciudad maldita (1978), reconocen en pantalla su crédito correspondiente y no resultan las más fieles a la trama que plantea la novela: narrada en primera persona, en su párrafo inicial establece que nunca antes había escuchado hablar de Personville, la llamaban Poisonville (Villa Veneno), el lugar al que llega contratado por el hombre más poderoso del pueblo. Se refiere al padre de éste como "el corazón, el alma, la piel y el intestino de Personville", dueño de la compañía minera, el banco, y los dos periódicos del lugar. Pero el protagonista, un investigador privado de San Francisco, nunca llega a entrevistarse con quien lo contrató, ya que aparece muerto a la mañana siguiente. Ese es el punto de partida en lo que más tarde será una urdimbre de crímenes, traiciones y venganzas.


Recién fallecido Hammett, en 1961, Akira Kurosawa escribió, junto con Ryuzo Kikushima, el guión de una película que se llamaría Yojimbo, para ser protagonizada por su actor más emblemático: Toshiro Mifune. La trama es sospechosamente parecida a la novela, sin embargo, también se advierten otros aspectos de similitud con La llave de cristal, que Hammett publicara durante su etapa más prolífica, en 1931. Sus gangsters estadounidenses fueron trasladados con absoluta impunidad al contexto japonés del samurai, puesto que la película se exhibió sin que llevara el debido reconocimiento a Cosecha roja en sus créditos.


No transcurrió mucho tiempo, apenas tres años, cuando un cineasta italiano que comenzaba su carrera escribió, en colaboración con varios autores, el argumento y su respectiva adaptación para una película sospechosamente parecida -aquí podría decirse más culpable que sospechosa-, a la película de Kurosawa y, por lo tanto, a la novela de Hammett. Al igual que Yojimbo, se exhibió sin que tampoco admitiera su origen. Aunque en este caso el destino sería diferente, porque Kurosawa y su coguionista Kikushima demandaron por la vía legal a Leone y el ejército de escritores que le acompañaban (Bonzzoni, Catena, Comas Gil y Lowell), y obtuvieron un fallo judicial favorable que les permitió recibir un porcentaje por los derechos de exhibición de Por un puñado de dólares, que había trasladado al viejo oeste al samurai de Kurosawa.


En 1990, los ahora célebres hermanos Ethan y Joel Coen decidieron rendir homenaje al cine de gangsters partiendo de la trama de un par de novelas de Hammett: Cosecha roja y La llave de cristal. La acción se ubica en 1929, durante la prohibición, cuando delinquir era de lo más común en una nación agobiada por la recesión económica. Sin que De paseo a la muerte (Miller's Crossing) tuviese la misma aceptación entre el público que alcanzó con la crítica, tampoco admitía la deuda con Hammett en su créditos. Y ni modo que los Coen negaran conocer la novela, ya que su ópera prima se tituló Simplemente sangre (Blood Simple, 1984), expresión que sin duda proviene de uno de los diálogos de su capítulo XX, Láudano: "Esta maldita ciudad me está aniquilando. Si no me voy pronto voy a ser sangre fácil como los nativos" (This damned burg's getting me. If I don't get away soon I'll be going blood-simple like the natives).


Unos años después, en 1996, el cineasta con una peculiar estética de la violencia Walter Hill miró, una vez más, hacia la vieja historia de Hammett... y de Yojimbo... y de Por un puñado de dólares... y De paseo a la muerte, para filmar su propia versión de la misma historia: El último hombre (Last Man Standing, 1996), con Bruce Willis. Y, por supuesto, ya ni habría que mencionarlo porque hasta equivale a perogrullada, tampoco se reconoce la aportación de Hammett aunque sí la de Kurosawa y Kikushima.


Otras películas que mantienen una deuda en mayor o menor grado con Cosecha roja son: un par de westerns filmados en Europa, Django (1966), protagonizada por Franco Nero; la ya mencionada La ciudad maldita (1978), coproduccíón ítalo-española que trataba de aprovechar el auge del spaghetti western cuando por esa época también había adquirido su carta de naturalización ibérica; de ahí al pillaje de los vikingos en Irlanda según la película islandesa La venganza de los bárbaros (1984); para llegar en ese mismo año hasta el ficticio planeta Ura, donde se desarrolla la acción de El guerrero y la hechicera, en la que David Carradine, luego de su fama televisiva como Kung Fu en los años setenta, heredaría el mismo personaje. Y en lo que ya deviene en un desvarío casi obsesivo cada vez que un pistolero se mueve entre hampones en plena confrontación, se podrían incluir otros casos más recientes, como el de Asesino a sueldo (Lucky Number Slevin, 2006), donde Morgan Freeman y Ben Kingsley son los jefes de las bandas rivales; y la cinta japonesa Sukiyaki Western Django (2007), en directa alusión a la cinta de Sergio Corbucci y en la que Quentin Tarantino tiene un cameo.


Si fuese posible añadir aún más ironía a la paradoja, Bernardo Bertolucci estaba muy interesado en filmar su propia versión de Cosecha roja, respetando tanto su título original como el correspondiente crédito autoral -incluso Marilyn Goldin había escrito una adaptación-, pero nunca pudo concretarla. Se refería a dicho proyecto, según sus propias palabras, como "la larga siembra de la cosecha roja".


Jules Etienne

Créditos finales:
(Por orden de aparición)

Helen Morgan, Charles Ruggles y Jimmy Durante en Noches de contrabando (Roadhouse Nights, 1930), dirigida por Hobart Henley.

Toshiro Mifune en Yojimbo (1961), dirigida por Akira Kurosawa.

Clint Eastwood en Por un puñado de dólares (For a Fistful of Dollars, 1964), dirigida por Sergio Leone.

Al Mancini, Mike Starr y Gabriel Byrne en De paseo a la muerte (Miller's Crossing, 1990), dirigida por Joel Coen.

Simplemente sangre (Blood Simple, 1984), dirigida por Joel Coen.

Bruce Willis y Bruce Dern en El último hombre (Last Man Standing, 1996), dirigida por Walter Hill.

Josh Hartnett y Bruce Willis en Asesino a sueldo (Lucky Number Slevin, 2006), dirigida por Paul McGuigan.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Hace medio siglo: POR UN PUÑADO DE DOLARES Y LA RENOVACIÓN DEL GÉNERO


Era un sábado a mediados de septiembre en 1964, el día doce para ser exactos, cuando tuvo lugar en Italia el estreno sin mayores despliegues publicitarios de una película que representaba apenas el segundo trabajo como director de Sergio Leone: Por un puñado de dólares (A Fistful of Dollars).
 
Sin embargo, esa modesta producción llegó con un vigoroso aliento que sería capaz de redefinir uno de los géneros cinematográficos más tradicionales, además de ser la primera de una serie de colaboraciones entre el propio Leone y Ennio Morricone, y de paso descubrir a quien se convertiría en uno de los íconos de Hollywood en el último tramo del siglo pasado: Clint Eastwood. Nada mal para una película con un presupuesto de doscientos mil dólares.
 
 
Quentin Tarantino, en la presentación de la función conmemorativa con motivo de los cincuenta años de Por un puñado de dólares en el reciente festival de Cannes, durante el pasado mes de mayo, aprovechó para señalar que, con su propuesta visual, Sergio Leone había transformado el cine.
 
La historia repite la consabida fábula del pistolero solitario (Clint Eastwood), quien llega a San Miguel, un pequeño pueblo mexicano en la frontera con Estados Unidos, en el que dos bandas se disputan su control: los Rojo, que fabrican licor y los Baxter, quienes trafican con armas. Al igual que en Cosecha roja (la novela de Dashiell Hammett en que se inspira) y Yojimbo, de Akira Kurosawa, el protagonista hace malabares de equilibrio entre ambos bandos para propiciar el enfrentamiento final que los llevara a su respectiva aniquilación, liberando de esa manera a sus agobiados habitantes.
 

Ahora ya no estamos frente la soledad del samurai sino ante la desolación del western con sus espacios desérticos (la película se filmó en la región de Almería, en España), asimilados por Leone con planos espectaculares y con una crudeza inusitada para la época, que hacían ver aquellas películas con John Wayne filmadas en Durango como lo que acabarían siendo: matinées para público infantil.
 
Resulta paradójico como una película con escenarios europeos y dirigida por un italiano que retomaba el guión de dos japoneses, hacía ver a los westerns típicamente americanos como una falsificación. Y en ello radica su mayor tributo a la revitalización de un género que se asumía como cliché y el aporte de una nueva visión estética de la crueldad en el viejo oeste, el espacio de los pistoleros, de la ley del más rápido, de la venganza como móvil existencial, de la justicia como mera circunstancia.
 

Desde un principio, cuando la película era apenas un proyecto, Leone tenía claro que iba a retomar no sólo el argumento sino la propuesta visual de Yojimbo, en un remake occidentalizado. Pero las tres compañías productoras (dos de las cuales incluso desaparecieron) tenían un presupuesto tan limitado que optaron por olvidar intencionalmente el pago de los derechos a Kurosawa y Kikushima, como ya hemos visto en el texto previo dedicado a Cosecha roja.
 
Por un puñado de dólares marcaría el primer paso en una drástica evolución de las películas del oeste gracias a su inesperado éxito en taquilla -tan sólo en Estados Unidos su explotación alcanzó casi veinte veces su costo-, y de paso allanó el camino para la conformación de una trilogía a la que siguieron Por unos cuantos dólares más y El bueno, el malo y el feo, en años subsecuentes.


Jules Etienne

lunes, 31 de enero de 2011

YOJIMBO: un diálogo



Al principio de la película, cuando Sanjuro (Toshiro Mifune) ha echado a la suerte el camino que deberá seguir, se encuentra a un campesino discutiendo con su hijo. La acción se supone que tuvo lugar en 1860. Sin embargo, el dilema para el hijo del campesino sigue vigente a la entrada del siglo en el que vivimos:


- Espera, hijo.

- ¡Déjame ir, padre! Esta pelea es la mejor oportunidad de mi vida.

- ¡Estás loco! ¡Te van a matar! ¿Quién quiere ser apostador? Los campesinos se deben callar y trabajar en el campo.

- ¿Quién quiere una larga vida comiendo potaje?... Quiero comer mejor, usar ropa buena. Una corta y excitante vida para mí.


Después de eso, el hijo se va sin que el padre pueda detenerlo y Sanjuro le pide agua para beber.