Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.
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miércoles, 19 de enero de 2011

A propósito de Skolimowski: VIENTOS DE OPRESIÓN (Moonlighting, 1982)


Opinión invitada de Eduardo Marín Conde*

Nunca tuvo un estreno comercial en las salas de cine en México. Apareció directamente en video como Vientos de Opresión, título con el que circuló Moonlighting, el filme del polaco Jerzy Skolimowski, de producción inglesa, que fue tan bien recibido en el Festival de Cannes en 1982, cuando obtuvo el premio correspondiente al mejor guión.

 
Aquí, el realizador de El grito ofrece su testimonio personal de los dramáticos momentos que rodearon el golpe militar en Polonia en diciembre de 1981, centrándose en las tensiones que rodean la relación entre un grupo de obreros polacos que llegan a Londres para remodelar el departamento de su patrón. Las asfixiantes condiciones económicas en su país los obligarán a vivir penosamente mientras concluyen su trabajo.
 
No es, sin embargo, un testimonio político ni mucho menos pretende desarrollar un análisis de reflexión histórica. Es una obra sobre relaciones humanas, donde no está exenta la visión de la influencia que los acontecimientos sociales ejercen en la vida cotidiana de los individuos.

 
Por eso, el espectador agradece el estilo narrativo que resuelve las severas limitaciones técnicas y económicas con que se emprendió la producción y el haber dejado a un lado, afortunadamente, el tono pretencioso, la manipulación chantajista que está tan de moda en las actuales cintas de los ex países socialistas de Europa del Este y el tono de panfleto. Sin concesiones, el relato respira una fina sensibilidad.

Skolimowski logra trasmitir así, la soledad, el aislamiento, el clima y el sentimiento que rodean a individuos insertos en una comunidad que les es extraña y ajena.

 
Más allá de su profundo toque humano, en el que cada personaje es contemplado con animosa dignidad, prevalece una metáfora de las relaciones de poder. Mientras a cientos de kilómetros la dictadura vuelve a enseñar su rostro, en el reducido departamento londinense, el ingenioso Novak (un impecable Jeremy Irons) se convierte en un pequeño dictador frente a sus tres tímidos obreros.

Cine inteligente con un guión admirable. Una película muy lograda.


* Este texto fue originalmente publicado en la revista Primer Plano, de la que Eduardo Marín Conde era subdirector, en noviembre de 1991. Ha ejercido el oficio de crítico cinematográfico a lo largo de treinta años en diferentes publicaciones. Actualmente se pueden escuchar sus comentarios en el programa radial de Óscar Mario Beteta y seguirlo a través de twitter: @marincine