Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.
Mostrando entradas con la etiqueta Cine de vampiros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cine de vampiros. Mostrar todas las entradas

miércoles, 26 de mayo de 2021

LA VERDADERA NOCHE DE LOS VAMPIROS

 El 26 de mayo de 1897 apareció en Inglaterra la primera edición de Drácula, escrita por Bram Stoker y publicada por Archibald Constable and Company. Si bien existían varios precedentes como era el caso del cuento El vampiro, de John William Polidori*, publicado en 1819, la novela Carmilla, de Sheridan Le Fanu –irlandés al igual que Stoker-, La muerta enamorada, de Téophile Gautier, y La dama pálida, también conocida en español como La hermosa vampirizada, que Alexandre Dumas había incluido en su volumen de relatos Los mil y un fantasmas, entre los más destacados, fue la novela de Stoker la que se erigió como el gran clásico del género y arquetipo que dio origen a una de las vertientes más exitosas del género de horror en la historia del cine.
 
El día mencionado acabaría por establecer una serie de curiosas coincidencias que son el motivo del presente texto. Tres de los actores de habla inglesa más emblemáticos del vampirismo, nacieron en esta misma fecha o al día siguiente. De tal manera que la noche que va del 26 al 27 de mayo bien podría designarse como La noche de los vampiros.
 
Como si esta efeméride no fuera suficiente, se afirma que el poema más antiguo en el que se hace mención de un vampiro fue escrito por el alemán Heinrich August Ossenfelder y publicado por primera vez en la revista Der Natursforcher (El natu- ralista), el 25 de mayo de 1748.
 
El primero de estos vampiros sería, por riguroso orden de aparición, Vincent Price. Nació en St. Louis, Missouri, el 27 de mayo de 1911. Al principio de su carrera parti- cipó en auténticos clásicos del cine como Laura (1944) y Que el cielo la juzgue (Lea- ve Her to Heaven, 1946), en ambas coincidió con Gene Tierney. Pero es a partir de 1953 que tiene lugar su primer encuentro con el géne- ro por el cual sería recordado, cuando filmó Terror en el museo de cera (House of Wax) y años después La mosca (1958) y La casa de la colina embrujada (1959). A principios de la década de los sesenta protagonizó media docena de adaptaciones al cine sobre relatos de Edgar Allan Poe que fueron producciones de American International Pictures (AIP), la empresa del legendario Roger Corman, y en 1968 prestó su voz para la narración en inglés de Historias Extraordinarias, tres cuentos del propio Poe dirigidos por Fellini, Louis Malle y Roger Vadim. Un año antes había interpretado al conde Sforza, quien provenía de Transilvania, en el episodio V es por vampiro en una serie de televisión. Cabe la acotación de que la propia AIP tenía planeado continuar la saga del Doctor Phibes –que caracterizaba Vincent Price-, enfrentándolo con un vampiro a quien llamarían el conde Yorga (Robert Quarry). Finalmente, el proyecto no se concretó de esa manera y el serial de El conde Yorga, Vampiro ya no tuvo relación alguna con el Doctor Phibes.

He dejado para el final su participación más simbólica en el cine de vampiros en El último hombre sobre la tierra (The Last Man on Earth, 1964), basada en la novela Soy leyenda (I am Legend), de Richard Matheson. Dicha obra fue publicada en 1954 y presentaba una visión apocalíptica del futuro de la humanidad -¿es que se podría esperar otra?- ubicando la acción en la década de los años setenta, cuando tras una guerra bacteriológica sólo sobrevivían aquellos que mutaron en vampiros: los infectados con el virus y los muertos resucitados gracias a la propia bacteria. Como lo establece la mitología vampírica, rechazaban el ajo y los crucifijos, no se reflejaban en los espejos pero, sobre todo, eran alérgicos a la luz solar. El protagonista era el único sobreviviente que no había sido infectado. Esta es la trama que se adaptó al cine para ser interpretada por Vincent Price.


Después, en 1971 se filmó La Última Esperanza (The Omega Man), adaptación bastante libre que protagonizaba Charlton Heston. Mucho se comentó cuando el cineasta Ridley Scott, tras el éxito de Blade Runner, planeaba filmar una nueva versión con Arnold Schwarzenegger, pero no llegó a concretarse. Sería hasta 2007 que se estrenaría Soy leyenda –respetando el título original de la novela-, con Will Smith. Apenas un mes antes de su llegada a las salas también se exhibió una producción de corto presupuesto titulada Soy Omega (I am Omega, 2007).

Más allá de la película en sí misma y sus posteriores versiones, lo que llama la atención de El último hombre sobre la tierra es su sorpresiva influencia propiciando, a partir de La noche de los muertos vivientes (The Night of the Living Dead, 1968), el clásico de George A. Romero que proponía una transformación y los vampiros fueron sustituidos por zombies -como de alguna manera también acontece en La última esperanza-, todo un subgénero de culto para los aficionados al terror que se extiende hasta la paródica Tierra de zombies (Zombieland, 2009) y alcanza sin pudor alguno al cine pornográfico en Chasey Lain salva al mundo (Chasey saves the world, 1996).


El 26 de mayo de 1913, en Surrey, Inglaterra, nació Peter Cushing. Su larga asociación con la legendaria Hammer films, productora especializada en el género y responsable de varios clásicos, provocó que Cushing interpretara hasta en seis ocasiones al barón Frankenstein, desde La maldición de Frankenstein (1957) hasta Frankenstein y el monstruo del infierno (1974), que sería la última producción del sello Hammer sobre el personaje, incluyendo algunos títulos memorables como Frankenstein creó a la mujer (1967), donde Susan Denberg desbordaba erotismo (tras su participación en la película apareció desnuda en las páginas de la revista Playboy) como la creación del científico. Todas fueron dirigidas por Terence Fisher excepto una, que corrió a cargo de Freddie Francis.


Aunque es más bien su vínculo con los vampiros lo que realmente nos interesa ahora. Cushing tuvo a su cargo el rol del doctor Van Helsing, el implacable cazavampiros, en cinco películas, comenzando con la versión Hammer de Drácula (Horror of Dracula), dirigida en 1958 por Terence Fisher, en la que Christopher Lee recreaba al mítico conde. Después se sucederían Las novias de Drácula (1960), Drácula 1972 D. C. (1972), Los rituales satánicos de Drácula (1973), Los siete vampiros de oro (1974), donde la descabellada trama se ubica en China. También interpretó personajes similares al de Van Helsing, tal sería el caso del General von Spielsdorf en Amores de Vampiros (The Vampire Lovers, 1970), que era una adaptación erotizada de la novela Carmilla, o como Gustave Weil en Las hijas de Drácula (1971), una reelaboración de la trama con personajes de la misma obra de Le Fanu.


Por último, el londinense Christopher Lee, al igual que Vincent Price, es del 27 de mayo, sólo que de 1920. Su filmografía comprende cerca de trescientos títulos y a pesar de su edad, se mantiene en activo. No hace mucho fue posible verlo como Labisse, el generoso librero en La invención de Hugo (2011), de Martin Scorsese. Sin embargo, su huella en el cine quedará marcada para siempre como el mítico conde Drácula. Tanto a Christopher Lee como a Bela Lugosi se les considera el prototipo del vampiro en la pantalla. Desde la ya mencionada versión de Drácula que protagonizó en 1958, en la que Peter Cushing era su némesis Van Helsing, hasta Drácula, padre e hijo (Dracula pére et fils, 1977), comedia de tintes paródicos filmada en Francia, interpretó al personaje en una decena de películas.

Eso sin tomar en cuenta aquellas en las que aparece con otro nombre como el conde Karnstein en La maldición de los Karnstein (1963), Philippe Darvas, de quien se sospechaba podría ser un aesino en serie con tendencias vampíricas, en El teatro de la muerte (1966) o el conde Regula en la producción alemana El foso de las serpientes (1967), en la que si bien no era un vampiro en sentido tradicional, requería la sangre de jóvenes vírgenes para su inmortalidad, película inspirada libremente en El pozo y el péndulo, de Poe. Tampoco las comedias en las que apareció caracterizado como vampiro: El cristiano mágico (The Magic Christian, 1969) o el barón Roderico da Frankfurten en Agárrame ese vampiro (1959), en la comedia One more time (1970), de Jerry Lewis, en que aparecen tanto Lee en su caracterización del conde Drácula como Cushing en la del doctor Frankenstein sin crédito en pantalla.

 
De manera que Drácula, príncipe de las tinieblas (1966), Drácula vuelve de la tumba (1968), El poder de la sangre de Drácula (1969), El conde Drácula (1970), otra revisión a la novela de Stoker a cargo de Jess (Jesús) Franco, Prueba la sangre de Drácula (1970), Las cicatrices de Drácula (1970), Drácula 1972 D. C. (1972), y Los rituales satánicos de Drácula (1973), configuran la filmografía más abundante de un actor dedicada al legendario personaje.
 
Como si todo esto no fuera suficente, Paul Bettany es el protagonista de la aventura post apocalíptica El Vengador (The Priest, 2011) -exhibida en España como El sicario de Dios-, película que se inscribe en la corriente del neovampirismo, mismo que desde Vampiros (1998), de John Carpenter, les retrata como criaturas con una disposición para realizar proezas físicas de las que el elegante conde Drácula sería incapaz. Bettany, también londinense y nacido en 1971, por supuesto, un 27 de mayo, es quien enfrenta la plaga vampírica que ha puesto en riesgo la supervivencia de una sociedad teocrática la cual, de acuerdo con el guión, es lo que depara el futuro a la humanidad.


Sólo dos semanas exactas le faltaron a Robert Pattinson, protagonista de Crepúsculo (Twilight) -la saga del género más exitosa en años recientes-, nacido en Londres un 13 de mayo, para también merecer su membresía en este club tan singular. Elisabeth Harnois, nacida el 26 de mayo de 1979, estuvo a punto de integrarse al grupo cuando participó en las pruebas para la adaptación al cine de Academia de vampiros, la exitosa saga autoría de Richelle Mead y se le consideraba seriamente para el papel de Lissa Dragomir, el cual finalmente fue asignado a Lucy (un nombre vampírico, ni duda cabe) Fry. A la fecha todavía es posible localizar en algunos sitios de los seguidores de esa peculiar academia, fotografías de Elisabeth Harnois considerándola para el personaje mencionado.


Además, sería posible ampliar la lista con una mujer, la actriz de películas B (b-movie) Linnea Quigley, quien tuvo una breve aparición como enfermera en Sangre inocente (Innocent Blood, 1992), también conocida en español como Transilvania, mi amor; dos años después protagonizó una proyecto inconcluso: Cazador de vampiros (Vampire Hunter), que estaba dirigiendo Robert Rundle, y más reciente fue su intervención tanto en la producción para video Teatrovampiro (Vampitheatre) como en la película independiente La mujer vampir (Le Femme Vampir), ambas en 2009. Viene al caso porque su fecha de nacimiento es el 27 de mayo de 1958. A quienes hayan dado lectura a esta Noche del vampiro, tal vez pueda parecerles una investigación ociosa, pero debo confesar que ha sido casual, buscando a los nativos del mismo día en que cumplo años, me topé con estas coincidencias. También un 27 de mayo nacieron Dashiell Hammett -uno de mis autores favoritos de novela negra-, y Henry Kissinger, a quien se le podría calificar sin dificultad como un vampiro de la política.

 
Jules Etienne

* En mayo de 1816, los poetas Lord Byron y Percy Shelley se encontraron en Suiza, a orillas del Lago Ginebra, para pasar allí la temporada veraniega. El primero iba acompañado por un joven médico con aspiraciones literarias, John Polidori, en tanto que Shelley llegó con su entonces amante, Mary Wollstonecraft Godwin, de dieciocho años de edad, quien más tarde sería su esposa; y de su hermanastra Claire Clairmont. Fue una noche de junio, en la Villa Diodati rentada por Byron, cuando al calor de las copas y de la lectura de algunos pasajes de Phantasmagoriana, se gestaría el origen de Frankenstein, la hoy famosa novela de horror gótico de Mary Shelley, en tanto que John Polidori escribió El Vampiro: un cuento, que se publicaría en la edición correspondiente a abril de 1819 de New Monthly magazine.

Se filmaron tres películas sobre ese verano. La primera de ellas, Gothic, dirigida por Ken Russell en 1986, con Gabriel Byrne como Byron, Julian Sands en el papel de Shelley, y la entonces debutante Natasha Richardson era Mary Shelley. Más tarde, en 1988, la producción española Remando al viento, dirigida por Gonzalo Suárez, con un todavía muy joven Hugh Grant como Lord Byron -durante el rodaje conoció a Elizabeth Hurley, quien interpretaba el personaje de Claire-. Esta película tuve la oportunidad de incluirla en una Muestra Internacional de Cine, cuando me encontraba al frente de la Cineteca Nacional de México, y recuerdo que la crítica fue particularmente agresiva con ella. Por último, también de 1988 es Haunted Summer, que en muchos países no tuvo estreno comercial en las salas de cine y apareció directamente en el mercado de video, como fue el caso de México.
 
Resulta curioso constatar que una especie de maldición trágica persiguió a quienes se reunieron aquel verano. Polidori se sucidaría en 1821, a la edad de 25. Al año siguiente, Percy Shelley murió ahogado en Italia. Byron murió en Grecia, en 1824, a los 36 años. La hija que tuvo con Claire, fruto de esas noches en la Villa Diodati, murió a los cinco años de edad. Y de los cuatro hijos que tuvieron los Shelley, sólo uno pudo sobrevivir.

jueves, 5 de marzo de 2015

Las mejores películas de 1965: 10. DRÁCULA, PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS


Esta versión de Drácula corresponde a 1965, porque si fue estrenada en Londres el 9 de enero de 1966, por consecuencia debió filmarse durante el año previo. Así aparece consignada en La guía del cine británico (The British Film Guide), de Peter Hutchings, y en El libro del vampiro (The Vampire Book), de J. Gordon Melton, a despecho de los sitios virtuales como IMDB, que la consideran de 1966 debido a la fecha de su exhibición.
 
El mayor mérito de Drácula, príncipe de las tinieblas (Dracula, Prince of Darkness), como ha sido señalado hasta la saciedad, es haber repetido a Christopher Lee para interpretar al conde, con los prominentes colmillos que serían el distintivo del serial producido por la Hammer Films, y que se prolongaría hasta 1973 con Los rituales satánicos de Drácula (The Satanic Rites of Dracula).
 

Por su parte, el guión de Jimmy Sangster es uno de los más ingeniosos que se hayan escrito para mantener vivo el mito vampírico: da principio con el final del Drácula previo (Horror of Dracula, 1958), cuando resurge de sus propias cenizas revitalizado por la sangre de una víctima y gracias a su fiel sirviente Klove (Philip Latham), en lo que Donald Glut describió como "uno de los baños de sangre más majestuosos que se hayan visto en la pantalla" (One of the most majestic bloodbaths the screen has ever seen).
 
En esta ocasión Drácula también tiene la peculiaridad de que su némesis ya no es el implacable doctor Van Helsing, que solía interpretar Peter Cushing, sino el abad de un monasterio vecino al castillo del conde, el padre Sandor (Andrew Keir).

 
Jules Etienne

sábado, 1 de junio de 2013

La prolífica descendencia de los monstruos de la pantalla

 
Ni Drácula ni King Kong o los monstruos de Universal Pictures, con Frankenstein y El hombre lobo a la cabeza, podrían haber predicho lo abundante que iba a ser su progenie en la pantalla a través de los años. Una crónica detallada al respecto sería una quimera. De manera que me conformaré con dos ejemplos recientes que mezclan influencias de diversas películas que les precedieron y toman elementos prestados de otros géneros cinematográficos con un desparpajo notable: El vengador -en España El sicario de Dios- (Priest, 2011) y Besos de Sangre o La marca del lobo (Blood and Chocolate, 2007).

 
El cine de vampiros se inició desde la etapa silente con títulos tan notables como Nosferatu el vampiro (1922), de F. W. Murnau, pero no sería sino hasta el 14 de febrero de 1931, fecha en que se estrenó el Drácula de Tod Browning, cuando esta criatura noctívaga -interpretada por el excéntrico Bela Lugosi-, se apoderó del gusto del público como uno de los mayores mitos creados por el cine. Esa misma elegancia del enigmático conde transilvano hizo su escala final con Lestat de Lioncourt en la Nueva Orléans de Entrevista con el vampiro (1994), antes de transformarse y ser sustituido por los Vampiros (1998), de John Carpenter, quien exploraba un terreno fértil dotándolos de una extraordinaria fuerza física, similar a la de aquellos que, guiados por los típicos excesos de Tarantino y Rodríguez, se habían visto en el tugurio de la frontera mexicana The Titty Twister, en Del crepúsculo al amanecer (Dusk Till Dawn, 1996), que le abriera las puertas de Hollywood a Salma Hayek gracias al despliegue erótico de su inolvidable Satánico Pandemónium. Así, hasta llegar a los vampiros del futuro, repugnantes y casi invencibles, de Priest.

 
Un largo trayecto tuvieron que recorrer aquellos ingenuos murciélagos sostenidos por delgados hilos casi invisibles que se difuminaban en la niebla, cediendo su lugar al personaje ataviado con una elegante y anticuada capa, ahora superados por el estilo gore de nuestros tiempos, con la complicidad de sofisticados efectos especiales que les posibilitan casi cualquier alarde corporal, por improbable que parezca.

 
Película que desconoce la mesura por tantas libertades que se toma para reelaborar y mistificar cuanto encuentra de utilidad a su alcance: partiendo de unas cavernas con ambiente expresionista en donde bien pudo habitar Alien, el octavo pasajero, un Blade Runner religioso (Paul Bettany), quien en lugar de perseguir replicantes es un cazador de vampiros, aborda el tren sin control en que tendrá lugar la confrontación final con Sombrero Negro -villano vampirizado con indumentaria típica de spaghetti western reminiscente de Sartana-, envueltos en una inconfundible atmósfera del viejo oeste.

 
Vampiros, vaqueros -sheriff incluido- y espadachines medievales en una distopía cuyo mayor mérito radica en que plantea una sociedad del futuro totalitaria bajo el riguroso control de la iglesia. Basada en una novela gráfica de gran éxito en Corea, al final deja la puerta abierta para una secuela cuyo principal obstáculo será que no tuvo el éxito en taquilla que calculaban sus productores.


La marca del lobo, por su parte, es el título de la novela de Annette Curtis Klause en que se inspira Blood and Chocolate, dirigida por la alemana Katja von Garnier. Lo interesante aquí surge de que la historia de hombres lobo -o loup garou-, mantenga un parentesco más cercano con La marca de la pantera (Cat People en sus dos versiones: 1942 y 1982), que con El hombre lobo. De manera que en este caso resulta un tanto ocioso referir sus antecesores que van desde Lon Chaney hasta Benicio del Toro -setenta años transcurridos entre uno y otro, de 1941 a 2010-, cuando estamos ante la historia de una mujer licántropo que se enamora de un humano.

 
Sangre y chocolate, que sería la traducción literal del título de la película, proviene de un epígrafe de la novela que lo refiere y corresponde a El lobo estepario, de Hermann Hesse*: "Atemorizado, corrí de un lado para otro; notaba en la boca el gusto a sangre y el gusto a chocolate, lo uno tan repugnante como lo otro." Sin embargo, La marca del lobo resulta más apropiado si se toma en cuenta su cercanía con La marca de la pantera, que a su vez tiene una amplia herencia literaria, la cual bien valdría la pena explorar en otra ocasión, para evitar por ahora las digresiones y no extender este texto en demasía. La historia tanto de la joven serbia Irena Dubrovna (Simone Simon) como de Irena Gallier (Nastassja Kinski), tiene más de una coincidencia con la Vivien rumana del siglo XXI. La mayor diferencia estriba en que aquellas son felinos, mientras que la naturaleza de esta última es lobuna.

 
Filmada en Bucarest, cuenta en su favor con el ambiente rumano impregnado de rituales y leyendas, comenzando con la del propio Drácula. La banda de los jóvenes loup garou, primo y amigos cercanos a la protagonista (Agnes Bruckner), suele beber ajenjo -o absenta-, al igual que lo hacía Lestat de Lioncourt y también el conde Drácula en la versión de Coppola (1992), quien le dice a Mina Harker que "la absenta es un afrodisíaco para el alma. El hada verde que vive en la absenta quiere tu alma, pero estás a salvo conmigo."

 
El material dramático que da vida al relato fílmico, sobre el romance entre un hombre y la mujer que se transforma en bestia pero busca redimirse a través del amor, precedió a la saga vampírica de Crepúsculo (Twilight) -cuya cinta inicial se estrenó un año después, en 2008-, de manera que eso la exime de cualquier posible acusación por tratar de aprovecharse de la enorme publicidad que generó. La ancestral fábula del zoomorfismo es revisitada por el cine una vez más.


Jules Etienne

* La página referida de El lobo estepario, puede leerse aquí: http://mitosyreincidencias.blogspot.ca/2013/04/paginas-ajenas-el-lobo-estepario-de.html