Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.
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domingo, 26 de julio de 2015

Helen Mirren: CRÓNICAS DE LA REALEZA


Helen Mirren cumple hoy setenta años, y el año próximo serán cincuenta desde que debutara en el cine con una pequeña aparición, sin crédito, como Penelope Squires con un bikini a rayas en  El reportero chiflado, que en España se exhibió como Repórter a la fuerza (Press for Time, 1966). Al poco tiempo participó en la nada convencional Eróstrato (1967), contrario a lo que su título podría sugerir, más inspirada en El mito de Sísifo, de Albert Camus, que en El muro de Jean Paul Sartre, y en cuya banda sonora se incluye la voz del profeta beatnik Allen Ginsberg.
 
 
Sería a partir de Corazones en fuga (Age of Consent, 1969, al lado de James Mason -en buena medida gracias a su generosa desnudez-, que Helen Mirren pudo ser plenamente identificada por el público. A lo largo de su carrera siempre manifestó una inclinación por los temas que originan polémica y papeles audaces. De manera que no es de sorprender que haya apostado a trabajar con cineastas tan controvertidos como Ken Russell, Lindsay Anderson o John Boorman, e interpretar los guiones de dramaturgos que van desde Esquilo y Shakespeare a Tennessee Williams, August Strindberg y Harold Pinter.
 
 
No se conceden títulos nobiliarios en las repúblicas demócráticas, como es el caso del país en el que está enclavado Hollywood, lo que provoca que la imaginación colectiva sustituya dicha realeza con las celebridades. Pero Helen Mirren nunca ha parecido muy interesada en formar parte activa de esa supuesta nobleza que otorga la fama, tal vez porque a lo largo de su trayectoria en el cine ha sido reina infinidad de ocasiones.
 
Recién acababa de interpretar a Casandra, la sacerdotisa de Apolo hija de Hécuba y Príamo, los reyes de Troya, en una miniserie para la televisión británica, cuando le propusieron el personaje de Melonia Cesonia, la esposa del emperador Calígula en una polémica superproducción de tintes pornográficos dirigida por Tinto Brass en 1979, que llevaba por título precisamante Calígula. Una película que siempre cargó con el estigma del escándalo y la censura a pesar de su extraordinario reparto, encabezado por Malcolm McDowell, Peter O'Toole y John Guielgud.

 
Un par de años más tarde interpretó a Morgana, reina de la isla de Avalon y media hermana del legendario rey Arturo, en Excalibur, de John Boorman, espléndida recreación de la famosa saga emblemática de la mitología celta. En ese mismo 1991 también intervino en una adaptación televisiva de la comedia shakespereana El sueño de una noche de verano, en el papel de Titania, la reina de las hadas. Luego vendría una breve etapa en la que predominaron las películas ambiciosas y complejas: La costa del Mosquito (1986), de Peter Weir, como la esposa del excéntrico Harrison Ford, con guión de Paul Schrader basado en la novela homónima de Paul Theroux; la intriga de espionaje La isla de Pascali (1988), de James Dearden, protagonizada por Ben Kingsley; El cocinero, el ladrón, su esposa y su amante (1989), dirigida por un Peter Greenaway siempre proclive a los excesos; y Juego Veneciano (The Comfort of Strangers, 1990), adaptación de Harold Pinter sobre la novela de Ian McEwan, en la que Paul Schrader fue el responsable de su realización.
 
 
La leyenda del príncipe, que en España se exhibió como La verdadera historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca (Prince of Jutland, 1994), es una original reelaboración del antiguo drama ajena a la tradición de la obra de Shakespeare, recurriendo a las crónicas del historiador Saxo Grammaticus, quien vivió en el siglo XII, según la óptica del cineasta danés Gabriel Axel, y en la que tiene a su cargo el personaje de Geruth, la reina que enviuda y a su vez madre del príncipe que aquí se llama Amled (por cierto, en el principio de su carrera, en 1976, también había participado en una de tantas versiones de Hamlet, pero interpretando a Ofelia). Y al año siguiente, 1995, obtiene la Palma de oro a la mejor actriz en el festival de Cannes, por su intensa reina Carlota en La locura del rey Jorge.
 

También fue contratada en un par de ocasiones para el doblaje de dibujos animados, tanto en La reina de las nieves (1995) como en El príncipe de Egipto (1998), en ambos casos, como era de suponerse, prestando su voz a la reina. Había encarnado a la reina Isabel I en una serie de televisión cuando, en 2006, surgió la oportunidad para el estelar de La reina (The Queen), que representaba el enorme grado de dificultad que necesariamente implica caracterizar a un personaje aún con vida -en este caso, siendo súbdito de la propia Isabel II-, le mereció el Oscar de la academia para la mejor actriz. La libérrima versión de La tempestad de Shakespeare, según la propuesta de la cineasta Julie Taymor producida en 2010, en la que se sustituye al duque Próspero por una caracterización femenina: su respectiva esposa. Es decir, que en este caso se trata de una duquesa.
 
 
Tantas reinas para que fuese Sofía Tolstói de La última estación, el personaje que le permitió recuperar la autenticidad de su origen como nieta de un aristócrata ruso: Ilyena Lydia Vasilievna Mironoff, verdadero nombre de esta londinense mejor conocida por su nombre artístico de Helen Mirren.
 
 
Se anuncia para finales de año el estreno de Dalton Trumbo, en el que interpreta a la legendaria Hedda Hooper, una de las columnistas más chismosas e influyentes en el Hollywood del siglo pasado. Notable trayectoria de una actriz a punto de cumplir medio siglo de actividad en el cine.
 
 
Jules Etienne 


Créditos finales:

(Por orden de aparición)


Helen Mirren como Penelope Squires en El reportero chiflado (1966), dirigida por Robert Asher

Helen Mirren como Cora en Corazones en fuga (1969), de Michael Powell 

Helen Mirren como Cesonia en Calígula (1979), dirigida por Tinto Brass

Helen Mirren como Morgana en Excalibur (1981), dirigida por John Boorman

Helen Mirren como la reina Carlota en La locura del rey Jorge (1994), dirigida por Nicholas Hytner

Helen Mirren caracterizada como la reina Isabel II en La reina (2006), dirigida por Stephen Frears

Helen Mirren como Sofía Tolstói en La última estación (2009), dirigida por Michael Hoffman

martes, 12 de agosto de 2014

Robin Williams: LA SOCIEDAD DE LOS CAMALEONES ESTÁ DE LUTO

 
"Recoge rosas mientras puedas, los tiempos pasan pronto
y esta misma flor que hoy sonríe, mañana morirá."
La sociedad de los poetas muertos

En la secuencia final de La sociedad de los poetas muertos, los alumnos de John Keating (Robin Williams) se ponen de pie sobre sus escritorios para despedir al maestro que privilegiaba a la poesía como un acto de fe. Resulta obvio suponer que esa misma poesía se agotó en la existencia del actor que lo interpretara.
 
Cuando Robin Williams dio el salto al cine, después de haber participado en diversas series televisivas entre 1977 y 1979, lo hizo con un rol protagónico y para ser dirigido nada menos que por Robert Altman, un cineasta que ya gozaba del prestigio de haber triunfado en el festival de Cannes. Tratándose de un realizador con una filmografía que incluye títulos con una profunda densidad como Tres mujeres (Three Women, 1977) y de narrativa tan compleja como la de Imágenes (1972), no deja de llamar la atención que haya decidido aventurarse con Popeye, cuyo guión provenía de las tiras cómicas y sería coproducida por los estudios Disney.


El resultado fue un rotundo éxito de taquilla que se debió, en buena medida, a las caracterizaciones tanto de Williams como de Shelley Duvall -una perfecta Oliva, pareja de Popeye-. Ambos parecían extraídos de las páginas de las historietas para adquirir la vida que les confirió la pantalla. Entre 1980, año de producción y estreno de la película, y 1982, Williams tuvo que regresar a la televisión ante la falta de propuestas para trabajar en el cine, hasta que obtuvo el rol protagónico en El mundo según Garp, de George Roy Hill. Luego se presentaron otros papeles y entre ellos surgió Buenos días, Vietnam (1987), por la que recibió su primera nominación para el Oscar al mejor actor.


Una breve participación en Las aventuras del barón Munchhaüsen (1988) le permitiría trabajar con Terry Gilliam, quien lo llamaría para protagonizar su siguiente película: Pescador de ilusiones (The Fisher King), tres años más tarde. Sin embargo, durante ese mismo lapso tuvo la oportunidad de interpretar al personaje que se volvería emblemático de su carrera: el profesor John Keating en La sociedad de los poetas muertos.
 
Un maestro que incita a sus alumnos a iniciar su revolución introspectiva, a emprender la búsqueda de la propia identidad al margen de las imposiciones: "Al leer no piensen sólo lo que cree el autor, no olviden lo que ustedes creen, deben pelear por buscar cada uno su voz, porque cuanto más tarde empiecen, menos probable es que la puedan hallar." 


Entre la caricatura de Popeye y Peter Pan, el médico irreverente, las impertinencias del pastor previas a la boda, el homosexual propietario de un centro nocturno, la nana travesti y los presidentes  Roosevelt y Eisenhower, un personaje en Hamlet y el rey de la luna, se reconoce la capacidad de transformación de los camaleones: Robin Williams fue dirigido por cineastas con el prestigio de Coppola, Woody Allen y Mike Nichols, Gus van Sant, Kenneth Branagh y Peter Weir, además de los ya citados Altman y Gilliam. En su trayectoria convivieron lo mismo un Oscar por Mente indomable (Good Will Hunting, 1997) que las aparatosas superproducciones de Spielberg. En lo particular sigo manteniendo mi preferencia por el entrañable John Keating.
 

Jules Etienne