Es difícil encontrar una película de vaqueros, que obedece a todos los códigos del género, y filmada en México, con las cualidades de ésta. Por principio de cuentas, el guión fue escrito por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, cuyos prestigios -escribió José de la Colina-, "avalaban literariamente una historia de venganza campirana en la que había ciertos aspectos rituales derivados del género western".
Con esta película debutaba el joven cineasta Arturo Ripstein. Filmada en blanco y negro, con fotografía del canadiense Alex Philips, su atmósfera resulta plenamente lograda. Un hombre sale de prisión tras cumplir una condena de dieciocho años por haber dado muerte a otro. Al regresar a su pueblo con la intención de vivir en paz el tiempo que le resta de vida, es acosado por los hijos del difunto, el mayor de los cuales clama venganza.
Aunque careció de fortuna en la taquilla ya que apenas permaneció la semana de rigor tras su estreno en el cine Variedades de la ciudad de México, en cambio fue bien recibida por la crítica. Sin duda, se trataba de una de las propuestas más interesantes del por entonces denominado nuevo cine mexicano.
Jules Etienne
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