Aguirre, la ira de Dios (1972), una fábula alucinante de Werner Herzog.

martes, 3 de mayo de 2011

Charlie Sheen: UNA PELÍCULA MALDITA




Cuando Charlie Sheen aceptó participar con un papel secundario en una película cuyo título sería Backtrack, en 1989, ya había protagonizado Pelotón (Platoon, 1986) y El poder y la avaricia (Wall Street, 1987). Es decir, no era ningún principiante y aceptó porque el proyecto le parecía atractivo, además de que tenía el interés de ser dirigido por Dennis Hopper. Se trataba de una producción bajo el sello de la hoy desaparecida Vestron International Group.


Para comprender cabalmente lo sucedido, valdría la pena abordar la historia de dicha empresa. En un principio sus actividades se limitaban a la distribución de videos, sobre todo de Orion Pictures. Con el tiempo empezaron a producir sus propias películas, una de las cuales, Baile caliente (Dirty Dancing, 1987), se convertiría en un gran éxito de taquilla, lo cual impulsó a sus ejecutivos a emprender la aventura de financiar algunos proyectos más ambiciosos, a cargo de cineastas con el prestigio de John Huston, Roger Vadim, Hugh Hudson y el ya citado Dennis Hopper.




Del primero, su trabajo póstumo: Los muertos (The Dead, 1987), inspirada en un relato de James Joyce que se incluye en el volumen de Los Dublineses. La adaptación corrió a cargo de su propio hijo Tony Huston en tanto que su hija Anjelica interpretaba a Gretta, el estelar femenino. Cabría la acotación de que Huston es el único realizador en la historia del cine que dirigió tanto a su padre, Walter Huston, como a su hija Anjelica, cuando ambos obtuvieron el Oscar. Aquél por El tesoro de la Sierra Madre, en 1948, y ella por El honor de la familia Prizzi, en 1985. La historia de Los muertos transcurre durante una cena tradicional en casa de unas ancianas, en la Irlanda de 1904. Con una atmósfera muy auténtica y caracterizaciones logradas, la trama casi inexistente culmina en la confrontación del matrimonio formado por Gabriel y Gretta Conroy. La salud de Huston -por entonces tenía más de ochenta años-, era ya tan delicada durante el rodaje de la película, que se desplazaba en silla de ruedas y con el auxilio constante de oxígeno. Los muertos, además de su título que resultaba muy simbólico, tiene la delicadeza de un poema y se erige, sin duda, como un digno testamento fílmico.

Pero no todos los proyectos de Vestron culminaron de la misma manera. Roger Vadim acometió una nueva versión de su mayor éxito: Y Dios creó a la mujer..., sólo que en esta ocasión sin Brigitte Bardot ni la aureola de escándalo que la rodeaba en los años cincuenta. La acción se trasladaría de la costa azul francesa al desértico Nuevo México. El legendario papel de la original Juliette Hardy, se tornaba en una ex presidiaria devenida en rockera, interpretada por Rebecca De Mornay (incluso le valdría ser candidata a un premio Razzie para la peor actuación). El fracaso fue de tal magnitud que no logró recuperar en taquilla ni siquiera un millón de dólares.




En cuanto a Hugh Hudson, le apostaron a que con Ángeles perdidos (Lost Angels, 1989) recuperaría el prestigio obtenido con sus primeras películas: Carros de fuego y Greystoke, la leyenda de Tarzán, tras la debacle que había significado Horizontes de libertad (Revolution, 1985), en la que el siempre sobrevalorado Al Pacino parecía un patriota estadunidense que habría inventado el acento de Brooklyn en plena guerra de independencia en 1774. Con una trama bastante densa sobre un joven conflictivo que es internado en un hospital siquiátrico a cargo del médico que interpreta Donald Sutherland, participó sin fortuna en el festival de Cannes. Nunca se exhibió en México y en España se llamó Nuevos rebeldes.



Si bien, las producciones de Vestron no fueron igual de costosas, en ese mismo lapso también produjeron algunas cintas de corte más modesto como Crucero de medianoche (Midnight Crossing, 1988), en la que Faye Dunaway es la esposa ciega de un oficial retirado (Daniel J. Travanti), que había escondido un millón de dólares en Cuba justo en el momento en que la revolución derrocó al dictador Fulgencio Batista. De manera que la trama se centra en el viaje para recuperar ese dinero. Los acompañan en la aventura el hijo de su mejor amigo (John Laughlin) y su esposa, interpretada por Kim Catrall, quien recién se había puesto de moda gracias a Me enamoré de un maniquí (Mannequin, 1987) y, por supuesto, mucho antes de que se convirtiera en la Samantha Jones de El sexo y la ciudad.




Destino sin gloria (Promised Land, 1988), fue un proyecto desarrollado por el Sundance Institute, de Robert Redford. Escrita y dirigida por el entonces joven cineasta Michael Hoffman -quien más tarde añadiría algunos títulos como Un día muy especial (One Fine Day, 1996) o Lección de honor (The Emperor's Club, 2002, a su filmografía-, es la crónica sensible y nostálgica de Danny (Kiefer Sutherland), el típico joven que deja su pueblo natal en busca de otra vida y se casa con la extravagante Beverly (Meg Ryan, casi irreconocible, tatuada y con el cabello teñido de rojo). Culmina en una trágica confrontación con un antiguo compañero de escuela. Su paso por las salas de cine fue breve y también se le conoció como Young Hearts.



El año siguiente, 1989, marcaría el comienzo del fin para Vestron. Todavía lograron estrenar Adiós al rey (Farewell to the King), una alucinada y muy onerosa epopeya con Nick Nolte como un desertor del ejército estadounidense que se proclama rey de una tribu primitiva en la isla de Borneo durante la segunda guerra mundial. Reminiscente del Apocalipsis de Coppola, fue dirigida por John Milius y se inspiraba en una novela del cineasta francés Pierre Schöendoerffer. En México también se le conoció como El desertor.




En cuanto a Cazador del pasado (Cat Chaser), todavía alcanzó a estrenarse en Inglaterra y España, pero ya no en los Estados Unidos, en donde apareció directamente en el mercado del video en octubre de 1991. Dirigida por Abel Ferrara, se trata de una adaptación de la novela homónima de Elmore Leonard (el argumentista de la clásica El tren de las 3:10 a Yuma), en la que Peter Weller es un veterano de la intervención en República Dominicana que administra un pequeño hotel en Miami y se involucra fatalmente con una mujer (Kelly McGillis). Se trata sin duda del personaje más sensual en la carrera de la actriz aunque ella siempre expresó su desprecio por esta película.



Testigo en la mira (Backtrack), que es el motivo de esta crónica, logró concluir su rodaje pero quedó atrapada entre el rechazo de su propio director, Dennis Hopper, y el colapso financiero de Vestron. Pero de eso me ocuparé mañana.




Créditos finales:


(Por orden de aparición)



Charlie Sheen y Jodie Foster en Testigo en la mira (Backtrack, 1989), dirigida por Dennis Hopper


Anjelica Huston en Los muertos (The Dead, 1987), dirigida por John Huston


Rebecca De Mornay y Vincent Spano en Y Dios creó a la mujer... (And God Created Woman, 1988), dirigida por Roger Vadim

Meg Ryan y Kiefer Sutherland en Destino sin gloria (Promised Land, 1988), dirigida por Michael Hoffman

Nick Nolte en Adiós al rey (Farewell to the King, 1989), dirigida por John Milius


Kelly McGillis en Cazador del pasado (Cat Chaser, 1989), dirigida por Abel Ferrara

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